sábado, 17 de marzo de 2012

The Wall en vivo: la octava maravilla

Waters y el demoledor comienzo de The Wall en vivo
La actual versión de “The Wall”, obra maestra de Roger Waters con Pink Floyd, quedará en la historia como el gran show de rock & roll de estadios de todos los tiempos. Argentina fue record con 9 fechas.
                                
RECITALES DE COLECCIÓN

Por Néstor Pousa © 2012  

El chofer del bus que nos depositaría en Buenos Aires recomienda enfáticamente que a partir de las cero horas mantengamos cerradas las cortinas de las ventanillas, con el nuevo día comenzaba un paro de colectivos y podría haber alguna agresión con los que se encuentren en la ruta. Inesperado paradigma para explicar la clave de la trama argumental de The Wall, la obra maestra con forma de disco creada por Roger Waters con Pink Floyd en 1979. El origen es el miedo y sus consecuencias: Fear builds walls (el miedo construye paredes), precisamente fueron los miedos del pequeño Roger que ya de adulto y convertido en estrella de rock, logró exorcizar para convertirlos en una de las producciones más trascendentales e inmortales del rock mundial.
Su actual versión en vivo -los diarios y la tele no hablan de otra cosa- pasó por Buenos Aires con nueve fechas record, batiendo los conseguidos por los Rolling Stones y Soda Stereo, y logrando que nadie se mantenga indiferente. Nadie. Ni los no iniciados, ni mucho menos los avezados en Pink Floyd querían perderse la oportunidad de estar. A medida que se gastaban las primeras fechas la ansiedad aumentaba por los comentarios de los primeros adelantados, todos volvían flasheados, pero ¿qué era lo que habían visto puertas adentro del estadio de River?
La ciudad de la furia está demasiado convulsionada por estos días, no hace falta ser muy perceptivo para darse cuenta que la gente no vive como quisiera en esa enorme y atrayente ciudad. Los taxistas son un tester de violencia del clima social pesado, sin embargo el jueves 15, el otro clima, el meteorológico era ideal. No obstante llenar una cancha con más de 45.000 personas es una tarea lenta que primero te obliga a una larguísima fila y después a una amansadora poco menos que insoportable. Una vez adentro la primera imagen es la del escenario armado sobre uno de los arcos y el incompleto muro de enormes ladrillos blancos que atraviesa la cancha a lo ancho, el resto es la gente ingresando mansamente.
A las 21.15, con puntualidad hasta en el tiempo de tolerancia, los altavoces anuncian que la espera terminó y que se pueden tomar fotos pero sin flash porque afectarían a la muestra, recién entonces aparece Roger Waters con su invariable vestimenta de remera y jeans negros y zapatillas blancas.
El show se compone de las canciones tocadas en el orden que aparecen en el álbum, un dato obvio ya que el disco es una obra conceptual, una única historia de principio a fin. Pero los primeros quince minutos son cruciales, conmocionantes, tan perturbadores como el comienzo de la película Rescatando al Soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998). Waters tras los saludos de cortesía es investido en escena como el seudo dictador de largo sobretodo de cuero negro, brazalete rojo y rayban, la banda arremete con la intro de In the flesh?, y comienza la acción en el sentido estricto de la palabra, ya que el estadio se transforma en un pandemónium, la larga pared longitudinal de más de 100 metros cobra vida y es ahora una enorme pantalla de increíble alta definición que devuelve imágenes en vivo y otras pre producidas, las cajas de sonido estratégicamente instaladas en lo alto de las tribunas producen un efecto envolvente, los fuegos de artificio y el avión estrellándose entre medio de lenguas de fuego real completan la imagen que deja a todo el mundo atónito y con la mandíbula a la altura del pecho.     
En los siguientes tres movimientos (The thin ice, Another brick in the wall parte 1 y The happiest days of our lives) uno no logra salir del estupor y el mutismo,  la performance excede el escenario, se traslada a todo el estadio y uno forma parte de eso. Por suerte la marcha de Another brick in the wall parte 2 empieza a descomprimir la presión en el pecho, es uno de los hits del disco y un coro de niños con remeras luciendo aquella frase (Fear builds walls) acompañan en escena a Waters para la célebre crítica a los sistemas educativos opresores. Ahora que las pulsaciones bajaron y la respiración fluye mejor, podemos disponernos a la prosecución de esta obra de arte atemporal que gracias a la tecnología adquiere ahora una nueva dimensión.
La historia continúa como ya es conocida, con todas las circunstancias que alteran y deterioran el estado físico y mental de Pink, el personaje central en la ficción. Pink es el alter ego de Waters, y Waters personifica en vivo a Pink, una interpolación continua de personalidades que mezcla fantasía y realidad y van completando los bloques faltantes del muro con los traumas de la guerra, la sobreprotección materna, la sociedad de consumo, el capitalismo, las presiones por ser una celebridad, los fracasos sentimentales, el sexo, la alienación, las drogas y la autodestrucción.
Los puntos más altos, aunque la tensión nunca decae, son: Mother (sobre la relación con su madre), Goodbye blue sky (un estremecedor alegato antibélico); la trilogía de Empty spaces, Young lust y One of my turns, (sobre los desengaños amorosos), Hey you (otro de los hits) y la magistral Confortably numb, verdadera joya que se recorta con brillo propio del resto del material. Para el desarrollo de las canciones es tan importante la impecable banda, como los efectos visuales que proyecta la descomunal pantalla que va ilustrando la historia con primeros planos de Waters, con las consignas que remarcan las letras y con las figuras animadas de The Wall, la película, versión cinematográfica del genial Alan Parker estrenada en 1982 que estiró la fama mundial del disco y la convirtió en la ópera rock por excelencia.
El desenlace se acerca con Run like hell y el protagonista otra vez convertido en un alucinado dictador (alegoría del abuso de poder de una mega estrella de rock), pero que desea regresar a una vida normal. El juicio final animado (The Trial) lo condena a ser expuesto ante la gente, derrumbándose el muro que lo aísla y lo contiene. Así, con los músicos alineados al pie de los escombros llega el apoteósico final de una presentación histórica que quedará en las enciclopedias como el gran show de rock and roll de estadios de todos los tiempos.-

martes, 13 de marzo de 2012

Dolmen: el regreso del juglar

EL NUEVO DISCO DE RICARDO SOULÉ

Por Néstor Pousa © 2012

A Ricardo Soulé le resulta difícil explicar que significa Dolmen y por qué le puso ese nombre a su nuevo disco. Soulé, ex integrante de Vox Dei banda pionera del Rock Argentino (ver bio condensada), bien podría sentarse a gozar de los beneficios de un magnífico repertorio histórico, sin embargo revalida su vigencia con diez nuevas canciones en un disco aparecido durante 2011 y concebido junto a La Bestia Emplumada, banda que debutó en La Falda en el verano del 2004 (Ciclo Dinosaurios), y que hoy integran Gabriel Soulé en voz y guitarra, el Tano Colautti en bajo y el australiano Chris Nable en batería.
Dolmen: palabra de origen celta de más de 10.000 años, que define a una enorme mesa construida en piedra; pero en el cosmos personal de Soulé es una especie de lugar sagrado y místico que recita historias de otros tiempos y cuenta leyendas que vendrán.
Dolmen también es el nombre de este excelente trabajo de Ricardo Soulé, en el cual expone su convicción por el rock y el blues que viene ejerciendo desde hace más de 40 años. Es un disco donde predominan las guitarras con el pulso inconfundible del autor de Presente. Tan inconfundible como sus textos épicos y su poesía ancestral, que fluye en cada una de las composiciones.
Tiene invitados de lujo como el Chizzo Napoli, cuya admiración por Ricardo es tan recíproca que al líder de La Renga le cedió el honor de ser la voz que abre el disco, en Dolmen, la canción.
Riff de guitarras abundan, en Cisnes (con Manuel Quieto de invitado), Zebedeo, Selene y Violino, en este último Ricardo desenfunda su otro instrumento base, el violín.
Dos perfectas baladas cambian el ritmo, Refugio y Perlada; y también está Corder que merece ser un hit. Con el tema Iván el músico y padre salva alguna especie de trance con su hijo menor, “mira Iván no esperes un minuto más y déjame la puerta abierta que al marcharte yo iré detrás”, canta sobre una base de jazz rock que en el vivo permite una inspirada improvisación de la banda.
Hasta aquí el nuevo disco vale su precio, pero hay una yapa excepcional con tres bonus tracks de versiones de viejos temas: El manto de Elías - Obertura 1er. Movimiento (con Iván Soulé en voz y guitarra) perteneciente a la remake de La Biblia de 1997; y La Taberna del Tejo y Viejos amigos en la ciudad en donde La Bestia Emplumada saca a relucir el rock and roll.-

Vox Dei: bio condensada. Vox Dei es una de los nombres fundacionales del Rock en Castellano en Argentina. Se formó en 1968 y su ficha inicial era un cuarteto. El primero en abandonar la banda fue Juan Carlos “Yody” Godoy (guitarra rítmica y voz) quien se alejó en plena grabación de “La Biblia según Vox Dei”, su obra magna de 1971. Los otros tres, Ricardo Soulé (guitarra y voz), Willy Quiroga (bajo y voz) y Rubén Basoalto (batería y voz) siguieron como trío incrementando su rica historia y editando discos emblemáticos. Pero las peleas y diferencias internas produjeron varias idas y regresos de Soulé, hasta que se alejó definitivamente antes del año 2000. Quiroga y Basoalto incorporaron al guitarrista Carlos Gardellini y continuaron con Vox Dei, lo que molestó a Soulé quien consideraba que no debían seguir con ese nombre. En noviembre de 2010 muere Rubén Basoalto y echa por tierra la posible reunión de la formación original que se venía proyectando. Sin embargo Vox Dei sigue adelante, ahora con Simón Quiroga, hijo del bajista, en la batería. De esta manera las diferencias entre Ricardo y Willy se volvieron cada vez más irreconciliables.-