Waters y el demoledor comienzo de The Wall en vivo |
RECITALES DE COLECCIÓN
Por Néstor Pousa © 2012
El chofer del bus que nos depositaría en Buenos Aires recomienda enfáticamente que a partir de las cero horas mantengamos cerradas las cortinas de las ventanillas, con el nuevo día comenzaba un paro de colectivos y podría haber alguna agresión con los que se encuentren en la ruta. Inesperado paradigma para explicar la clave de la trama argumental de The Wall, la obra maestra con forma de disco creada por Roger Waters con Pink Floyd en 1979. El origen es el miedo y sus consecuencias: Fear builds walls (el miedo construye paredes), precisamente fueron los miedos del pequeño Roger que ya de adulto y convertido en estrella de rock, logró exorcizar para convertirlos en una de las producciones más trascendentales e inmortales del rock mundial.
Su actual versión en vivo -los diarios y la tele no hablan de otra cosa- pasó por Buenos Aires con nueve fechas record, batiendo los conseguidos por los Rolling Stones y Soda Stereo, y logrando que nadie se mantenga indiferente. Nadie. Ni los no iniciados, ni mucho menos los avezados en Pink Floyd querían perderse la oportunidad de estar. A medida que se gastaban las primeras fechas la ansiedad aumentaba por los comentarios de los primeros adelantados, todos volvían flasheados, pero ¿qué era lo que habían visto puertas adentro del estadio de River?
La ciudad de la furia está demasiado convulsionada por estos días, no hace falta ser muy perceptivo para darse cuenta que la gente no vive como quisiera en esa enorme y atrayente ciudad. Los taxistas son un tester de violencia del clima social pesado, sin embargo el jueves 15, el otro clima, el meteorológico era ideal. No obstante llenar una cancha con más de 45.000 personas es una tarea lenta que primero te obliga a una larguísima fila y después a una amansadora poco menos que insoportable. Una vez adentro la primera imagen es la del escenario armado sobre uno de los arcos y el incompleto muro de enormes ladrillos blancos que atraviesa la cancha a lo ancho, el resto es la gente ingresando mansamente.
A las 21.15, con puntualidad hasta en el tiempo de tolerancia, los altavoces anuncian que la espera terminó y que se pueden tomar fotos pero sin flash porque afectarían a la muestra, recién entonces aparece Roger Waters con su invariable vestimenta de remera y jeans negros y zapatillas blancas.
El show se compone de las canciones tocadas en el orden que aparecen en el álbum, un dato obvio ya que el disco es una obra conceptual, una única historia de principio a fin. Pero los primeros quince minutos son cruciales, conmocionantes, tan perturbadores como el comienzo de la película Rescatando al Soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998). Waters tras los saludos de cortesía es investido en escena como el seudo dictador de largo sobretodo de cuero negro, brazalete rojo y rayban, la banda arremete con la intro de In the flesh?, y comienza la acción en el sentido estricto de la palabra, ya que el estadio se transforma en un pandemónium, la larga pared longitudinal de más de 100 metros cobra vida y es ahora una enorme pantalla de increíble alta definición que devuelve imágenes en vivo y otras pre producidas, las cajas de sonido estratégicamente instaladas en lo alto de las tribunas producen un efecto envolvente, los fuegos de artificio y el avión estrellándose entre medio de lenguas de fuego real completan la imagen que deja a todo el mundo atónito y con la mandíbula a la altura del pecho.
En los siguientes tres movimientos (The thin ice, Another brick in the wall parte 1 y The happiest days of our lives) uno no logra salir del estupor y el mutismo, la performance excede el escenario, se traslada a todo el estadio y uno forma parte de eso. Por suerte la marcha de Another brick in the wall parte 2 empieza a descomprimir la presión en el pecho, es uno de los hits del disco y un coro de niños con remeras luciendo aquella frase (Fear builds walls) acompañan en escena a Waters para la célebre crítica a los sistemas educativos opresores. Ahora que las pulsaciones bajaron y la respiración fluye mejor, podemos disponernos a la prosecución de esta obra de arte atemporal que gracias a la tecnología adquiere ahora una nueva dimensión.
La historia continúa como ya es conocida, con todas las circunstancias que alteran y deterioran el estado físico y mental de Pink, el personaje central en la ficción. Pink es el alter ego de Waters, y Waters personifica en vivo a Pink, una interpolación continua de personalidades que mezcla fantasía y realidad y van completando los bloques faltantes del muro con los traumas de la guerra, la sobreprotección materna, la sociedad de consumo, el capitalismo, las presiones por ser una celebridad, los fracasos sentimentales, el sexo, la alienación, las drogas y la autodestrucción.
Los puntos más altos, aunque la tensión nunca decae, son: Mother (sobre la relación con su madre), Goodbye blue sky (un estremecedor alegato antibélico); la trilogía de Empty spaces, Young lust y One of my turns, (sobre los desengaños amorosos), Hey you (otro de los hits) y la magistral Confortably numb, verdadera joya que se recorta con brillo propio del resto del material. Para el desarrollo de las canciones es tan importante la impecable banda, como los efectos visuales que proyecta la descomunal pantalla que va ilustrando la historia con primeros planos de Waters, con las consignas que remarcan las letras y con las figuras animadas de The Wall, la película, versión cinematográfica del genial Alan Parker estrenada en 1982 que estiró la fama mundial del disco y la convirtió en la ópera rock por excelencia.
El desenlace se acerca con Run like hell y el protagonista otra vez convertido en un alucinado dictador (alegoría del abuso de poder de una mega estrella de rock), pero que desea regresar a una vida normal. El juicio final animado (The Trial) lo condena a ser expuesto ante la gente, derrumbándose el muro que lo aísla y lo contiene. Así, con los músicos alineados al pie de los escombros llega el apoteósico final de una presentación histórica que quedará en las enciclopedias como el gran show de rock and roll de estadios de todos los tiempos.-
Foto: www.rollingstone.com.ar