Pedro Aznar presentó en Córdoba “Quebrado”, su flamante álbum doble. El ex bajista de Seru Giran aprovechó para recorrer todo su repertorio en un concierto impecable.
RECITALES DE COLECCIÓN
Por Néstor Pousa © 2008
¿Qué tienen en común el Cuchi Leguizamón y Los Beatles? Aunque muchos pueden pensar que son mundos opuestos, en el repertorio de Pedro Aznar esos mundos no son antagónicos.
El excepcional bajista pasó por Córdoba y la causa era presentar oficialmente su nuevo disco, el resultado fue un concierto de casi dos horas y media de duración en el cual no se guardó nada.
En esta nueva etapa lo acompaña una banda que sumó un guitarrista y un baterista (a la clásica formación de trío jazzero que utilizaba, de piano, bajo y percusión) con lo cual logra un sonido más rockero sin perder ductilidad y vuelo, exigencias necesarias del nuevo material.
Con el escenario de la Vieja Usina en formato auditorio todavía a oscuras, el show comenzó con el punteo de bajo del tema Quebrado, título que abre la puerta del nuevo álbum doble que contiene estrenos en el disco 1 y versiones de clásicos en el 2.
No obstante no sólo eso traería la velada, porque en la lista se fueron entrelazando piezas (propias y de otros autores) de todo el repertorio del ecléctico músico. Con Alcira y la torre (de Aznar Canta Brasil) el quinteto demostró, por si a alguno le quedaban dudas, todo su potencial, y rápidamente volvió a los estrenos con Nocturno suburbano, una belleza con reminiscencias a Spinetta Jade.
Hay un Aznar folklórico que en vivo verdaderamente conmueve. Así, armó un set entero en este sentido, en el que sobresalieron la Zamba del carnaval del imprescindible Cuchi Leguizamón y María Landó (de los peruanos César Calvo y Chabuca Granda) con una larga introducción del percusionista Alejandro Oliva, la percusión adicional de Julián Semprini que por un instante dejó la batería y pasó al cajón peruano y los teclados y coros de Andrés Beeuwsaert, para redondear una joyita de colección.
“El disco dos es un homenaje a algunos de mis compositores preferidos, son canciones que yo tocaba de manera informal”, avisó Aznar, y a continuación vinieron en bloque: ¿No es una pena? (George Harrison) pasada al castellano para que nadie se pierda la letra; Jealous guy (Lennon); Angie (Rolling Stones) con lucimiento del guitarrista Federico Dannemann y Confesiones de invierno (Sui Generis) en una versión modelo ‘73.
En la segunda parte continuó alternando temas de sus anteriores trabajos (A primera vista, El faro de los ahogados, La carne), más de lo nuevo (La abeja y la araña, Los perros del amanecer) y no faltaron repasos por Seru Giran (Si me das tu amor) y Tango 4 (Solo Dios sabe) de su memorable dúo con Charly García. Para arribar al final con su particular adaptación de la psicodélica Tomorrow never knows de Los Beatles y un último bis con la banda sentada al borde del escenario tocando con mínima amplificación el Blues de la piedad.
Aznar se mostró en todo momento como ya lo conocemos: parco, prolijo y meticuloso. Tocando en cada tema un instrumento distinto, transformando el show en una maquinaria de relojería en el cual los asistentes le intercambian bajo de cuatro o cinco cuerdas; guitarras acústicas de seis o doce; y así sucesivamente. Excesivamente escueto, desató los aplausos y las ovaciones desde el hecho puramente musical. Con ese exceso de sobriedad y talento, transitó con holgura del pop al folklore tradicional; de la música del Brasil a los clásicos del rock; del Cuchi Leguizamón a Los Beatles.-
RECITALES DE COLECCIÓN
Por Néstor Pousa © 2008
¿Qué tienen en común el Cuchi Leguizamón y Los Beatles? Aunque muchos pueden pensar que son mundos opuestos, en el repertorio de Pedro Aznar esos mundos no son antagónicos.
El excepcional bajista pasó por Córdoba y la causa era presentar oficialmente su nuevo disco, el resultado fue un concierto de casi dos horas y media de duración en el cual no se guardó nada.
En esta nueva etapa lo acompaña una banda que sumó un guitarrista y un baterista (a la clásica formación de trío jazzero que utilizaba, de piano, bajo y percusión) con lo cual logra un sonido más rockero sin perder ductilidad y vuelo, exigencias necesarias del nuevo material.
Con el escenario de la Vieja Usina en formato auditorio todavía a oscuras, el show comenzó con el punteo de bajo del tema Quebrado, título que abre la puerta del nuevo álbum doble que contiene estrenos en el disco 1 y versiones de clásicos en el 2.
No obstante no sólo eso traería la velada, porque en la lista se fueron entrelazando piezas (propias y de otros autores) de todo el repertorio del ecléctico músico. Con Alcira y la torre (de Aznar Canta Brasil) el quinteto demostró, por si a alguno le quedaban dudas, todo su potencial, y rápidamente volvió a los estrenos con Nocturno suburbano, una belleza con reminiscencias a Spinetta Jade.
Hay un Aznar folklórico que en vivo verdaderamente conmueve. Así, armó un set entero en este sentido, en el que sobresalieron la Zamba del carnaval del imprescindible Cuchi Leguizamón y María Landó (de los peruanos César Calvo y Chabuca Granda) con una larga introducción del percusionista Alejandro Oliva, la percusión adicional de Julián Semprini que por un instante dejó la batería y pasó al cajón peruano y los teclados y coros de Andrés Beeuwsaert, para redondear una joyita de colección.
“El disco dos es un homenaje a algunos de mis compositores preferidos, son canciones que yo tocaba de manera informal”, avisó Aznar, y a continuación vinieron en bloque: ¿No es una pena? (George Harrison) pasada al castellano para que nadie se pierda la letra; Jealous guy (Lennon); Angie (Rolling Stones) con lucimiento del guitarrista Federico Dannemann y Confesiones de invierno (Sui Generis) en una versión modelo ‘73.
En la segunda parte continuó alternando temas de sus anteriores trabajos (A primera vista, El faro de los ahogados, La carne), más de lo nuevo (La abeja y la araña, Los perros del amanecer) y no faltaron repasos por Seru Giran (Si me das tu amor) y Tango 4 (Solo Dios sabe) de su memorable dúo con Charly García. Para arribar al final con su particular adaptación de la psicodélica Tomorrow never knows de Los Beatles y un último bis con la banda sentada al borde del escenario tocando con mínima amplificación el Blues de la piedad.
Aznar se mostró en todo momento como ya lo conocemos: parco, prolijo y meticuloso. Tocando en cada tema un instrumento distinto, transformando el show en una maquinaria de relojería en el cual los asistentes le intercambian bajo de cuatro o cinco cuerdas; guitarras acústicas de seis o doce; y así sucesivamente. Excesivamente escueto, desató los aplausos y las ovaciones desde el hecho puramente musical. Con ese exceso de sobriedad y talento, transitó con holgura del pop al folklore tradicional; de la música del Brasil a los clásicos del rock; del Cuchi Leguizamón a Los Beatles.-
Agradecimientos: Gustavo Ferreri (El Pungo Producciones) y Lizardo Pajón (Prensa)