El intérprete rosarino regresó a Córdoba a ofrecer un excelente show con todos los ingredientes. Presentó su nuevo disco (Sabe quien…), repasó su carrera y recordó a La Falda y el festival que lo consagró.
RECITALES DE COLECCIÓN
Por Néstor Pousa © 2007
“Otra vez en Córdoba… pasaron muchos años, muchos discos, muchas canciones… hoy vamos a cantar algunas conocidas y algunas nuevas”. Así empezaba Juan Carlos Baglietto su concierto en La Vieja Usina de Córdoba. Un recital que tenía como pretexto presentar los temas de Sabe quien… el disco con el que regresa a su carrera solista luego de 8 años en los que enfocó sus energías a otros proyectos.
¿Qué cambió y que sigue igual en esta nueva etapa? En primer lugar sigue intacto su buen gusto para elegir los autores. Sabido es que Baglietto es un caso atípico dentro del rock argentino, ya que no es autor de sus propios temas, entonces debe recurrir a la inspiración de otra gente, y su capacidad de elección nunca fue algo que se le pudiera cuestionar. Por otra parte no podemos catalogarlo sólo como un cantante. Es un intérprete en el más amplio sentido de la palabra, ya que cada canción que pasa por él, es devuelta enriquecida por su gran capacidad expresiva e interpretativa. En este sentido si bien los años, y esto nuestro protagonista lo reconoce, le exigen un mayor esfuerzo, su caudal de voz sigue con una potencia y calidad admirables.
Las diferencias hay que buscarlas por el lado musical el cual muestra una vocación más unplugged (en donde casi no hay guitarra eléctrica rockera) un formato apto para su repertorio ecléctico que es acompañado por músicos de excelencia (sobresaliente la percusión de Juancho Perone).
Los temas nuevos fueron muy bien recibidos por el público que, en su mayoría, los escuchaba por primera vez. Todo empezó con el primer corte, Parado, de Rubén Blades y siguió con Me asomo de Olga Román; y a partir de ahí los mezcló hábilmente con los temas de sus anteriores discos, como El príncipe del manicomio, un muy buen número que curiosamente no es de los mas conocidos, y en este sentido Baglietto seguía tomando riesgos y ganando.
Con Eclipse de mar de Sabina, empezarían los clásicos, tras la cual haría una semblanza de sus comienzos, hace muchos años atrás, en las peñas de Rosario, cuando era muy difícil encontrar lugares para cantar esas canciones; y su reconocimiento a Córdoba y La Nueva Trova, reducto musical que supo albergar sus primeras inquietudes de artista en camino a la consagración. Para celebrar ese momento recuperó una canción de aquella época, El gigante de ojos azules, en la que se destacó la flauta traversa de Víctor Carrión.
Seguirían las nuevas Ángel y demonio de los cordobeses Daniel Salzano y Jairo; la bella Azules de uno de sus autores favoritos, el rosarino Adrián Abonizio y la milonga Mundo redondo, para sacarle brillo al piso de tanto bailar.
Con El faro aprovechó para aclarar que es una canción de amor que viene a echar luz sobre algunas cosas, como por ejemplo “Que por ser de amor no tiene porque ser chota, que las telenovelas podrían tener mejores músicas y que Arjona… se podría dejar de joder”. Luego vendría Carcará dedicada al Carcaraña, “un río pendenciero que pasa cerca de Rosario”, escrita por “uno de los autores más importantes de habla hispana, Jorge Fandermole”, Baglietto dixit.
Al retomar los clásicos aparecieron Corazón de madera, Dios y el Diablo en el taller y haría una pausa para asegurar “De la próxima canción seguro se van acordar… como en la Falda… ¿no es cierto Don Mario Luna?”, y la banda arrancó con El loco en la calesita, lo más rockero de la noche con solo de viola del cordobés Daniel Homer. Mario, presente entre el público, agradecido y emocionado por el sorpresivo homenaje.
Tratando de crecer, La vida es una moneda y El témpano marcarían el final formal del show. En la última, con una intro de cajón peruano a cargo del trío Perone-Baglietto-Cristian Judurcha.
Los bises elegidos fueron La vida es una moneda, con nuevos arreglos; y otro estreno Tu decisión, un valsecito criollo de Javier Sánchez con ingeniosa letra, y el cierre con la esperada Mirta, de regreso.
Quedaban muchas canciones en el atril, pero con sus palabras finales Baglietto dejó una firme promesa y la última gran sorpresa, “Prometemos volver -dijo- y prometemos hacer de nuevo el Festival de La Falda… creo que vale la pena”. Si esta última promesa empezara a tomar forma, esperamos que los funcionarios de turno se decidan a atender el teléfono.-
RECITALES DE COLECCIÓN
Por Néstor Pousa © 2007
“Otra vez en Córdoba… pasaron muchos años, muchos discos, muchas canciones… hoy vamos a cantar algunas conocidas y algunas nuevas”. Así empezaba Juan Carlos Baglietto su concierto en La Vieja Usina de Córdoba. Un recital que tenía como pretexto presentar los temas de Sabe quien… el disco con el que regresa a su carrera solista luego de 8 años en los que enfocó sus energías a otros proyectos.
¿Qué cambió y que sigue igual en esta nueva etapa? En primer lugar sigue intacto su buen gusto para elegir los autores. Sabido es que Baglietto es un caso atípico dentro del rock argentino, ya que no es autor de sus propios temas, entonces debe recurrir a la inspiración de otra gente, y su capacidad de elección nunca fue algo que se le pudiera cuestionar. Por otra parte no podemos catalogarlo sólo como un cantante. Es un intérprete en el más amplio sentido de la palabra, ya que cada canción que pasa por él, es devuelta enriquecida por su gran capacidad expresiva e interpretativa. En este sentido si bien los años, y esto nuestro protagonista lo reconoce, le exigen un mayor esfuerzo, su caudal de voz sigue con una potencia y calidad admirables.
Las diferencias hay que buscarlas por el lado musical el cual muestra una vocación más unplugged (en donde casi no hay guitarra eléctrica rockera) un formato apto para su repertorio ecléctico que es acompañado por músicos de excelencia (sobresaliente la percusión de Juancho Perone).
Los temas nuevos fueron muy bien recibidos por el público que, en su mayoría, los escuchaba por primera vez. Todo empezó con el primer corte, Parado, de Rubén Blades y siguió con Me asomo de Olga Román; y a partir de ahí los mezcló hábilmente con los temas de sus anteriores discos, como El príncipe del manicomio, un muy buen número que curiosamente no es de los mas conocidos, y en este sentido Baglietto seguía tomando riesgos y ganando.
Con Eclipse de mar de Sabina, empezarían los clásicos, tras la cual haría una semblanza de sus comienzos, hace muchos años atrás, en las peñas de Rosario, cuando era muy difícil encontrar lugares para cantar esas canciones; y su reconocimiento a Córdoba y La Nueva Trova, reducto musical que supo albergar sus primeras inquietudes de artista en camino a la consagración. Para celebrar ese momento recuperó una canción de aquella época, El gigante de ojos azules, en la que se destacó la flauta traversa de Víctor Carrión.
Seguirían las nuevas Ángel y demonio de los cordobeses Daniel Salzano y Jairo; la bella Azules de uno de sus autores favoritos, el rosarino Adrián Abonizio y la milonga Mundo redondo, para sacarle brillo al piso de tanto bailar.
Con El faro aprovechó para aclarar que es una canción de amor que viene a echar luz sobre algunas cosas, como por ejemplo “Que por ser de amor no tiene porque ser chota, que las telenovelas podrían tener mejores músicas y que Arjona… se podría dejar de joder”. Luego vendría Carcará dedicada al Carcaraña, “un río pendenciero que pasa cerca de Rosario”, escrita por “uno de los autores más importantes de habla hispana, Jorge Fandermole”, Baglietto dixit.
Al retomar los clásicos aparecieron Corazón de madera, Dios y el Diablo en el taller y haría una pausa para asegurar “De la próxima canción seguro se van acordar… como en la Falda… ¿no es cierto Don Mario Luna?”, y la banda arrancó con El loco en la calesita, lo más rockero de la noche con solo de viola del cordobés Daniel Homer. Mario, presente entre el público, agradecido y emocionado por el sorpresivo homenaje.
Tratando de crecer, La vida es una moneda y El témpano marcarían el final formal del show. En la última, con una intro de cajón peruano a cargo del trío Perone-Baglietto-Cristian Judurcha.
Los bises elegidos fueron La vida es una moneda, con nuevos arreglos; y otro estreno Tu decisión, un valsecito criollo de Javier Sánchez con ingeniosa letra, y el cierre con la esperada Mirta, de regreso.
Quedaban muchas canciones en el atril, pero con sus palabras finales Baglietto dejó una firme promesa y la última gran sorpresa, “Prometemos volver -dijo- y prometemos hacer de nuevo el Festival de La Falda… creo que vale la pena”. Si esta última promesa empezara a tomar forma, esperamos que los funcionarios de turno se decidan a atender el teléfono.-