sábado, 23 de febrero de 2019

El Cantautor ‘89, en el tiempo de las utopías

Luis A. Spinetta
Se cumplen 30 años de “El Cantautor ‘89”, espectáculo musical creado en La Falda en el verano de dicho año, con la intención de reemplazar al por entonces desactivado Festival de Rock. Una cartelera superlativa tuvo este ciclo, hoy casi olvidado.

EFEMÉRIDES

Por Néstor Pousa

Asomaba 1989 y La Falda se disponía a afrontar una nueva temporada de verano. Era el segundo año sin festival de rock, suspendido indefinidamente luego de la fatídica edición de 1987 que truncó una brillante seguidilla de ocho capítulos ininterrumpidos de un ciclo fundamental tanto para el rock nacional, como para la proyección de la ciudad que lo contuvo.
Se buscaba afanosamente cubrir el vacío con otro espectáculo de similar estilo, para capitalizar el crédito que la ciudad había ganado en buena ley en el contexto de la música contemporánea argentina. Así surgió El Cantautor ‘89, una especie de festival de varias noches consecutivas, con grilla variada, que este año está cumpliendo 30 años.
El creador de la idea, quien la desarrollo y produjo fue el BB Muñoz, músico de la generación del 60, otrora baladista de folk y blues, que antes de emprender su carrera solista había formado parte del dúo de pop melódico Fedra y Maximiliano, que intentaba imitar el éxito comercial de Bárbara y Dick sin alcanzar similares resultados.
Muñoz luego de colgar la guitarra se había dedicado de lleno a la producción de espectáculos y, como tal, había sido convocado para formar parte del staff de producción del Festival de Siglo La Falda ‘86 (otro sucedáneo del festival de rock). De esta manera el BB conoció la ciudad, se relacionó con gente del medio con la que trabó cierta amistad (la más estrecha con el querido y recordado Ale Almozny), situación que lo inspiró a producir algo por cuenta propia… y se lanzó. Aprovechando su relación con algunos ex colegas de sus épocas de intérprete, empezó a contactarlos para contarles la idea, que el propio Muñoz definía así: “El Cantautor es la simbiosis perfecta entre el autor, su obra y su instrumento, creemos firmemente que esta idea da la posibilidad de que el público pueda ver a su artista, solamente con él mismo, o a lo sumo con el acompañamiento de otro músico, y percibir de esta forma la interpretación directa y espontánea de un creador”. Esta era la consigna de la que nadie debía apartarse. Un concepto perfecto, por cuanto reducía enormemente los costos de producción en comparación con un festival, ya que los viáticos, logística, alojamiento, comidas y cachets se amortizarían durante los dos meses que era el tiempo en que se iba a extender el ciclo.
Por su estructura, se necesitaba de un ámbito cerrado y de menor aforo que el emblemático Anfiteatro Municipal.  No había mucho que pensar, el lugar ideal era el Cine Teatro Gran Rex, ubicado sobre calle 9 de Julio, hoy infelizmente desmantelado y cumpliendo una función muy distinta a la original para la cual fue construido semejante edificio.

Volante original
Con gestión privada y el apoyo de la secretaría de turismo y cultura de la municipalidad local, el BB logró montar un espectáculo sin precedentes para esta ciudad, programando la asombrosa serie de 46 conciertos a realizarse casi sin solución de continuidad durante enero y febrero de 1989. Cada músico tocaría durante ¡dos noches consecutivas!, conformando una grilla muy ecléctica que abarcaba el amplio espectro de estilos que se agrupan tras el rótulo de música popular argentina.
La faz técnica estaba bien custodiada. Los hermanos Juan Carlos y Graciela Quirno de Buenos Aires, desde la consola lograron un audio de alta calidad y sensibilidad (ponderado por todos los artistas participantes), favorecidos por la acústica que proporcionaba la sala propiedad de la familia Busso, históricos y pioneros empresarios de cine, teatro y espectáculos. Las luces, en conjunto con la escenografía, dibujaban una pirámide energética que hacían del entorno un medio acogedor en las cálidas noches estivales, mientras que el BB encendía sahumerios que inundaban el ambiente con su humo aromático, tal vez para neutralizar energías negativas. Nada había quedado librado al azar.

Litto Nebbia
El Cantautor, en cartel. Acá va, en orden de aparición, la lujosa programación diseñada especialmente para La Falda en aquel verano de hace exactamente 30 años. Durante el mes de enero: Facundo Cabral, Gian Franco Pagliaro, Pedro y Pablo (Miguel Cantilo y Jorge Durietz), Marilina Ross, Fito Páez (acompañado por Guillermo Vadalá), Nito Mestre (con Lapo Gessaghi), Luis Alberto Spinetta, Litto Nebbia, Eladia Blázquez con Chico Novarro, Alejandro Lerner y Piero.
Para febrero: Eladia Blázquez, Litto Nebbia, Nito Mestre, Pedro y Pablo, Rubén Rada, Rubén Juárez, Juan Carlos Baglietto (secundado por Pablo Rodríguez en saxo y flauta), Pagliaro, Marilina Ross, Spinetta, Alejandro Lerner y Antonio Tarragó Ros.

Facundo Cabral
Durante las largas jornadas que pasamos, entre productores, equipos técnico y músicos; en infinidad de pruebas de sonido, recitales y las juntadas posteriores, que tuve la fortuna de cubrir para dos medios de la ciudad: Radio Edén (decana de las FM de La Falda) y Revista El Quijote, se produjeron un cúmulo de anécdotas imborrables. Una larga charla de más de dos horas con Facundo Cabral, que excedió la categoría de entrevista; tener en los estudios de la emisora a algunos de los músicos participantes; cruzarte con Fito de gira nocturna por las discotecas faldenses; Litto Nebbia y otra interminable charla que parecía no tener fin a pesar de que había que cerrar la sala; Spinetta tocando en la víspera de su cumpleaños (23 de enero) y ser testigo privilegiado de las pruebas de sonido junto a su sonidista fetiche Mariano López. La posibilidad de reportear en forma distendida a todos y cada uno de los músicos intervinientes, muchos de ellos en el cenit de su inspiración y popularidad.

Pues bien, ¿y qué resultado tuvo este tan ambicioso proyecto? se preguntará el lector. Lamentablemente, y a pesar de todos los condimentos expuestos, el ciclo no tuvo ni por asomo la convocatoria de público esperada, o la que al menos garantizara su continuidad. Los motivos pueden ser diversos. Uno de ellos: la escasa o nula expectativa que despierta en esta ciudad una atracción cuya entrada no sea libre y gratuita. Pero no sería justo exponer este argumento como único causal. Es cierto también que por entonces el formato de autor y compositor solista empezaba a ceder terreno, dejando paso a otros estilos musicales que dominarían la escena de los años 90 en adelante. Y La Falda había apostado fuertemente por ciclos artísticos y culturales de jerarquía que, sin lograr contrarrestar los efectos de una inexplicable indiferencia, nunca alcanzaron una saludable longevidad. En este sentido, el debut e inmediato ocaso de este ciclo denominado El Cantautor, marca registrada por el BB Muñoz, fue quizás uno de los más categóricos ejemplos ocurridos en aquellos tiempos de las utopías.

Fotos: Ricardo Sisti

jueves, 21 de febrero de 2019

Cosquín Rock siguió sonando

Vanthra, miniset acústico
La actividad en sala de prensa del festival es tan intensa como la que sucede sobre los escenarios. Aquí apenas un repaso de lo más relevante que arrojó la reciente edición 2019. 
 
SALA DE PRENSA

Por Néstor Pousa 
Fotos: Facundo Pousa

Todo cronista que pretenda cubrir los pormenores de cada nueva edición del Cosquín Rock no podrá desatender de ningún modo la intensa actividad que transcurre en sala de prensa del evento. El espacio, históricamente una enorme carpa provista de algunos elementos para desarrollar la tarea periodística, se encuentra en la parte posterior, distante 100 metros del escenario norte (principal), y contigua al patio de artistas. El ir y venir de escribas y reporteros gráficos siempre es incesante, si uno pretende rescatar data de primera mano de los protagonistas del festival. Para que todo sea más o menos organizado, los encargados de prensa de la producción disponen diariamente de una pizarra con la grilla de horarios y conferencias del día. El lugar también es apto para el reencuentro con colegas de todo el país que, con algunos de ellos, solo se da una vez al año y en ese lugar.
La reciente edición contó con algunas singularidades como fue la presentación de la nueva Cosquín Rock FM 90.3, señal que reemplazó en el dial a la ex Vorterix Córdoba, un nuevo emprendimiento de la productora del festival destinada a difundir las novedades del evento y directamente vinculada al mismo, pero que además promete una programación orientada a los amantes del rock en todas sus variantes. Durante un banquete muy bien servido donde los periodistas pudieron devorar algunos manjares, se hizo presente parte del personal de la nueva emisora con el Gringo Brizio a la cabeza, para detallar los alcances del nuevo proyecto que involucra a En Vivo Producciones y Gamba FM. Y para cerrar este poco habitual festín en el sector prensa, el trío Vanthra ofreció un miniset acústico en vivo. Vanthra está liderado por Fernando Ruiz Díaz, quien de esta forma puso en modo pausa su anterior banda Catupecu Machu, y junto a Charlie Noguera en bajo y Pape Fioravanti en bombo legüero, intenta explorar nuevos matices musicales aunque no demasiado alejado de su anterior estilo. Fer se sumó al lanzamiento de la nueva emisora rememorando su primer viaje fuera de Buenos Aires, en 1996, en los inicios de Catupecu junto a su hermano Gabriel Ruiz Díaz, y se emocionó al recordar que fue el mismo Brizio quien también en aquella oportunidad ofició de anfitrión, por entonces en la inauguración de la legendaria FM La Rocka. Luego interpretaron ajustadas versiones desenchufadas de: Voz del mar (original de Vanthra), una versión cover de Ella vendrá (clásico de Don Cornelio y La Zona) y Magia veneno, desplazando por un rato la atención de los escenarios principales al refugio periodístico del predio.

José Palazzo, creador de CR
Santa María Rock. “Nosotros nos llevamos muy bien con Dardo Zanotti (nota: Intendente Municipal de Sta. María de Punilla) y obviamente que la edición 2020 va a ser acá. Nos sentimos muy cómodos, Dardo colabora con el festival, y toda la ciudad, en proporción a los beneficios que le genera a su pueblo todo este movimiento. En algunos casos se involucran operativamente en cuestiones que para alguien que está en la política tal vez no entienda que son útiles, como ayudar con el adoquinado o un montón de cosas que hacen que sea cada vez más placentero hacerlo aquí, más allá de los volúmenes de gente” (conferencia de prensa con José Palazzo) 

Palos a Palazzo. El episodio por el cual el nombre de Cosquín Rock siguió sonando en medios nacionales durante varios días posteriores a su finalización, ocurrió durante la jornada del domingo con los Eruca Sativa como protagonistas. El power trío de origen cordobés salió a tocar bajo el inclemente calor de las 17.15 y ante un buen número de seguidores desarrolló un show cuya temática giró en torno al proyecto de ley de cupo femenino en festivales (el mismo exige un piso de un 30% de mujeres músicas en los escenarios). Lula Bertoldi (guitarra y voz) y Brenda Martin (bajo y voz), luciendo simbólicos pañuelos verdes, utilizaron su set para invitar a músicas a compartir su show, abriendo el fuego de la polémica. Sumaron  a la rapera Kriz Alaniz, a la arpista Sonia Álvarez y a la folklorista La Bruja Salguero. La protesta tuvo su correlato cuando todos los nombrados hicieron su ingreso a la rueda de prensa cantando a viva voz y con La Bruja percutiendo la caja. 
Eruca Sativa y La Bruja Salguero x la Ley de Cupo Femenino
Tomó la palabra Brenda para reconocer en primera instancia su decisión de no concurrir al festival en desacuerdo con una grilla que no contemplaba en un buen porcentaje a las mujeres músicas. Pero fueron unas declaraciones del productor José Palazzo, quien luego diría que fue mal interpretado, que las hizo cambiar de opinión y participar. Según expresaba Palazzo, de obligarlo a cumplir con la ley pretendida, tendría problemas para cumplir con el cupo exigido, entendiéndose por esto que el productor considera que en lo que concierne al rock no hay suficiente talento en el género femenino. A la bajista de Eruca no le tembló el pulso para tildar al productor de ignorante, “Habla desde la ignorancia”, espetó Martin, por demás sensibilizada con este tema. Por más que Palazzo salió al cruce a aclarar su postura, una especie de linchamiento mediático ocurrió en días subsiguientes y en diferentes formas: la cantante y compositora Clara Cantore le dedico una canción y hasta el pirotécnico programa de debate Intratables que emite América llegó a ocuparse del tema. Ante este inesperado giro de los acontecimientos no le quedó otra a Palazzo que acudir nuevamente a las redes para despacharse en Instagram con un video en donde hace un mea culpa y rápido de reflejos, aunque todavía falten poco menos de 365 días para la próxima edición de Cosquín Rock, reconoce haberse puesto a trabajar para incorporar más mujeres a su grilla. ¿Fin del problema? Seguro que no.

jueves, 14 de febrero de 2019

Cosquín Rock '19: Un sol para los chicos

Louta 
Con un presupuesto de 80 millones de pesos la reciente edición cargaba con la difícil misión de doblarle el brazo a una coyuntura económica muy complicada. Así y todo, se convirtió en una de las de mayor convocatoria en sus diecinueve años de historia. Crónica y fotos.

COBERTURA ESPECIAL
 
Texto: Néstor Pousa 
Fotos: Facundo Pousa

“Creo que es una de las más exitosas que hemos hecho, pasamos las 110.000 personas el fin de semana en el predio, los que han venido todos los años (dirigiéndose a los periodistas) seguramente lo han visto mucho más lleno que otras veces, fue impresionante”, comenzaba enunciando José Palazzo en la habitual conferencia de prensa que el productor ofrece a modo de balance previo, cuando cada nueva edición empieza a languidecer. Al padre de esa criatura llamada Cosquín Rock se lo notaba muy satisfecho, casi eufórico, con los resultados obtenidos, por ejemplo, el sábado se batió el record histórico para un solo día cuando el control magnético de todos los accesos acusó la sorprendente cifra de 67.000 personas. Inesperada, teniendo en cuenta el contexto económico nacional que redunda en una floja temporada estival. De fondo llegaban en ondas expansivas las canciones del show que Ciro y Los Persas ofrecían en el escenario norte, y Palazzo seguía manifestando su sorpresa. “Fue increíble, es impresionante lo que sucedió con un festival argentino, que somos nosotros, en una época de crisis tan complicada como esta en la que el 80% del espectáculo en vivo ha caído dramáticamente y escandalosamente, diría”, para seguir subrayando lo contentos que estaban.
A diferencia de años anteriores el grueso del público fue ingresando en horas muy tempranas al aeródromo, a pleno sol y desafiando las altas temperaturas dominantes que invitaban al río o a la pileta, más que a pisar el campo en horario de la siesta. Al respecto el productor expresó que la gente va entendiendo el concepto que le quieren imprimir al evento, de aprovechar todas las atracciones que ofrece además de la música. Asimismo confió que el presupuesto de la presente edición fue de 80 millones de pesos y confirmó que Santa María de Punilla sigue más firme que nunca como sede del festival que el año próximo celebrará su 20º aniversario. “Estamos muy cómodos aquí”, aseguró.

Al lado de la columna donde se desglosan los datos técnicos y cuantitativos, Cosquín Rock ofrece en la faz artística un menú cada vez más ancho en estilos musicales. Con sus seis escenarios funcionando en simultáneo se presenta ante el espectador como un gran banquete del cual uno se puede servir a gusto. Algunos prefieren devorar shows completos de sus artistas favoritos, otros más ansiosos e inquietos, van “picando” a placer. La patada inicial de esta edición la dio el grupo indie cordobés Telescopios, a las 14.10 en el escenario sur, ubicado en ese extremo geográfico del predio, enfrentado al escenario norte, separados por una gran extensión de terreno de un kilómetro de largo, distancia que era necesario transitar a pie varias veces por día. En el trayecto una variedad de estímulos visuales y sonoros impactaban los sentidos. Sobre el costado oeste aparecía el escenario Cba X que programaba a las bandas de la escena cordobesa como: De la gran piñata, Pvlso, Cuatro al Hilo, Los Ustedes, Smoke Sellers, Los Frenéticos, Juan Terrenal y Los Navarros, entre otros; reforzados por los referentes nacionales: Massacre, Boom Boom Kid y La Que Faltaba (Miki Rodríguez). Era también el lugar para ver a los ganadores de los certámenes Pre Cosquín de sus ocho subsedes.

Cucho (Los Deca)
En la siguiente parada estaba La Casita del Blues, un pintoresco espacio dedicado a este género, por donde pasaron Jimmy Rip, Viejo Motor, Dapper Dan Band, Los Mentidores (la banda de Palazzo), Chris Cain, Deborah Dixon & Patán Vidal, César Valdomir, Iván Singh, Lorena Gómez and The Mojo Boogie’s, y el DJ Diego Florio que se lució con sus bandejas durante las dos jornadas.
El clásico Hangar fue acaparado por el heavy metal, sus seguidores se apostaron allí y no se movieron, para alentar a O’Connor, Horcas, S7N, Habeas Pornus, Eterna Agonía, Drenaje, A.N.I.M.A.L., Tren Loco, Los Antiguos, Cirse, GTX, Hammer y Led Ladies (Tributo femenino a Led Zeppelin) y más.
En el lateral este, dos enormes carpas de circo agitaban el Espacio Naranja (auspiciado por la tarjeta de crédito) dedicado a los artistas alternativos, en donde se lucieron Los Auténticos Decadentes presentando durante las dos noches su MTV Unplugged “Fiesta Nacional”, con carpa propia y desbordada de fanáticos, algunos vieron el mismo show las dos veces. Bajo la cubierta opuesta pasaron: la rapera Dakillah, Soy Rada and The Colibriquis y el impactante set de Wos (Valentín Oliva), el freestyler argentino actual campeón internacional en Batalla de Gallos. Sobre el mismo tablado defendería su prestigio Emanero (Federico Andrés Giannoni) otro de los referentes del hip hop nacional, disparando sus rimas y canciones sobre realidad social y conflictos existenciales. La cantante y activista Miss Bolivia la rompió un rato después con un show de alto voltage y su hit Tomate el palo, en la misma noche que cerraban ese espacio la reconocida banda de pop rock rosarina Indios.

Todos con el celu

La del sábado fue una jornada muy extensa que empezó temprano y culminaría a las 7 de la mañana del día siguiente con una gran fiesta electrónica en el escenario sur con la presencia estelar del DJ y productor británico Nick Warren. Antes, alrededor de las 17.30, mientras que en el extremo norte Guasones despachaban su rock clásico de origen platense, una buena cantidad de gente apuraba el paso hacia el otro extremo, quien convocaba era Louta. Destinado a ser la renovación de la escena nacional, Louta clavó al ángulo sus canciones en un set audaz y electrizante, coreadas por un público que reconoce todos los tics y códigos que despliega en vivo. Secundado por una pareja de dancers, sumó dos músicos que en vivo tocan alternadamente percusión, batería, guitarra o bajo, sumado al notable uso de las bases programadas. Zoe Gotusso (Salvapantallas) lo acompañó en el dueto de Ayer te vi, uno de los hits de Enchastre, su segundo disco, lanzado en 2018. Bienvenidas las ideas raras, no les tengas miedo, no nos hacen nada, trapea en Palmeras, otro clásico del mencionado álbum.



Juan Saieg (Usted Señálemelo)
Mismo escenario para Usted Señálemelo, la nueva sensación del indie mendocino con claras influencias del rock nacional de los ‘80 (Soda Stereo, Virus), basta con chequear su versión de Sintonía Americana de Los Abuelos de la Nada. Ellos le suman una cuota de power con pasajes que remiten a la psicodelia y el punk. Es una de las nuevas bandas a las que hay que atender.
Patricio Santos Fontanet y su banda Don Osvaldo (proyecto derivado de Callejeros) volvió a la grilla de Cosquín Rock en este 2019 con lo que parece ser la nueva misa del rock vernáculo por la fidelidad de sus seguidores. Aunque un poco disminuida en cantidad, no resignan sus banderas de lealtad hacia la figura de Fontanet que se despachó con un show de más de 2 horas.


Skay
Mientras tanto en el escenario norte, que mudó su anterior nombre de “escenario principal”, por sus mayores dimensiones y porque por allí transitan las bandas insignes de este festival. Este año dieron el presente: La Vela Puerca, No Te Va Gustar, Las Pastillas del Abuelo, Las Pelotas (mantienen su asistencia perfecta al ciclo), Carajo, Attaque 77 y los españoles de Ska-P. Mención especial para Skay, el guitarrista de Los Redondos presentó en su banda a Richard Coleman quien asumió el rol de segunda guitarra, en lo que Skay tituló como “noche mágica” por la presencia del ex Fricción y Los 7 Delfines. Título destacado también para Ciro y Los Persas, otro de los shows extra large, invitó a su banda a Julieta Rada que la rompió en su dúo con Ciro en el tema Por Cel, incluido en el segundo volumen de Naranja Persa. Si alguien planteó alguna duda sobre el talento femenino en el rock, sugiero que escuchen las cualidades vocales y expresivas de la hija menor del Negro Rada y las dudas se esfumarán por completo.

lunes, 28 de enero de 2019

Tiempos difíciles, de ayer a hoy

Baglietto-Garré: binomio de lujo
Precedidos por Juan C. Baglietto y Silvina Garré, la Trova Rosarina deslumbró en Cosquín Folklore con un puñado de canciones de su inquebrantable repertorio. Llegaron como parte de la Delegación de Santa Fe. Crónica de una actuación memorable.

LA TROVA ROSARINA 
EN COSQUÍN FOLKLORE

Por Néstor Pousa

Luego de su reveladora participación en La Falda, durante la 3ª edición del Festival Argentino de Música Contemporánea en 1982, un camino de posibilidades se abrió para Juan Carlos Baglietto y los músicos que integraban su banda. A poco de esa gran actuación, rápidos de reflejos, los directivos de la disquera multinacional EMI ya habían lanzado al mercado Tiempos difíciles que en mayo de ese año presentarían en forma oficial en el Estadio Obras de Buenos Aires. De ahí al olimpo del rock nacional les quedaba su solo peldaño. Cuentan que un periodista de algún medio gráfico que siguió los primeros pasos consagratorios de los músicos, los bautizó La Trova Rosarina, como si se tratara de un  colectivo de artistas en pos de un fin común. O quizás fue sólo un título que le sirvió y gustó. Lo cierto es que el rótulo se impuso, pero en posteriores entrevistas periodísticas los integrantes del grupo no suscribían totalmente a la idea de que se habían consolidado como un movimiento de nueva canción o algo así, sino más se definían como un grupo de individualidades que convergieron en una idea musical en común, pero no más que eso. Pues bien, el tiempo pasó y ese notable intérprete que es Juan Carlos Baglietto amplió su rango estilístico, acudió a autores de un enorme contenido en textos y músicas, fue entonces que el apelativo en común de Trova Rosarina lejos de diluirse con el tiempo, ganó músculo, se fue legitimando y siendo aceptado hasta por sus propios integrantes.

El pasado sábado 26 de enero, en la apertura del 59º Festival Nacional de Folklore de Cosquín, en el apartado Postales de Provincia, un segmento de la programación dedicado a exaltar las músicas regionales y sus exponentes, la autoridades gubernamentales de Santa Fe del área cultura tuvieron la muy buena idea de convocar a los integrantes de la trova para que se hagan cargo de representarlos. A priori la noticia tuvo un impacto en los medios nunca antes logrado por otra delegación en similares circunstancias. Claro, se trataba en este caso de intérpretes, autores y compositores que le habían puesto música y palabra a la década del 80 casi en su totalidad, desde la Guerra de Malvinas, el fin de la dictadura y la recuperación de la democracia. Y allí estaban la noche de la inauguración, nada menos que Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Rubén Goldín (miembros históricos de la primera formación), Jorge Fandermole y Adrián Abonizio (creadores de las canciones más simbólicas del grupo) y Fabián Gallardo (integrante de otras formaciones y generacionalmente más joven, pero igualmente involucrado en la causa). Se extraña en este combo a Lalo de los Santos (fallecido en 2001) y a Fito Páez (nadie sabe, ni preguntó los motivos de la ausencia de otra de las figuras claves de toda esta historia).

Abonizio-Gallardo-Baglietto-Garré-Goldín-Fander
La jornada comenzaría con una presentación ante los periodistas en la sala de conferencias de la Próspero Molina, espacio que quedó chico ante la expectativa de los medios. Se brindaron detalles de la convocatoria y luego hubo una ronda de preguntas de los cronistas, siempre con el plantel político en la foto central y los artistas asumiendo un segundo plano a ambos laterales de la mesa.
Lo mejor vendría un par de horas después, sobre el escenario Atahualpa Yupanqui. Exactamente a las 0.40 del domingo hacían su aparición Juan y Silvina para recuperar aquella primera canción que impuso sus voces y su estética en todo el país. Mención para Era en abril, el desconsolado relato hecho canción por Jorge Fandermole. Brillantes como siempre el binomio de intérpretes, que por sus cualidades vocales pondrían la vara muy alta para la continuidad del set. “Un honor estar aquí cantando un puñado de canciones fruto del talento de algunos compositores que hoy están aquí, por ejemplo: Fabián Gallardo, Adrián Abonizio, Rubén Goldín y Jorge Fandermole”, saludaba Baglietto, a la vez que presentaba al resto de sus compañeros. Respaldados por un quinteto de instrumentistas con más presencias rosarinas, como Claudio Cardone en teclados y dirección musical, Juancho Perone en percusión, Adrián Charras en piano y acordeón, Leonardo Introini en bajo eléctrico y contrabajo y Julián Baglietto en batería; el sexteto de solistas continuó su recorrido con Yo vengo a ofrecer mi corazón (de Fito) y números pertenecientes al cancionero de los primeros discos de Juan, clásicos de la talla de Historia de Mate Cosido y El témpano (ambas de Abonizio, el de las composiciones más oscuras) y La vida es una moneda (otra de Fito). Más dos perlas surgidas de la lírica épica de Fandermole, Oración del remanso y Canto versos, pertenecientes a un período compositivo un poco más cercano. Con aires de malambo fue, esta última, el gran broche de una presentación compacta, el formato festivalero así lo prevé, e histórica, en donde una platea muy consustanciada (¿se imaginaban a Cosquín Folklore entonando el corito de Woodstock?) fue animada a corear su estribillo atemporal: Canto, tan débil soy que cantar es mi mano alzada / Y fuerte canto, que más hacer en esta tierra incendiada, sino cantar; expresado como una imperativa banda de sonido de los tiempos difíciles, de ayer y de hoy.   

lunes, 14 de enero de 2019

Chango Spasiuk: chamamé música del mundo

En su debut absoluto en La Falda bajo las Estrellas, el intérprete y compositor misionero entregó un concierto de altísima jerarquía musical que quedará guardado en la memoria del ciclo. Aquí la crónica.

EN CONCIERTO

Por Néstor Pousa

Probablemente su vida tomó un rumbo inequívoco a los 12 años, el día en que su padre le regaló su primer acordeón. Lucas Spasiuk, un carpintero de Apóstoles, Misiones, hijo de inmigrantes ucranianos, supo inmediatamente que la música iba a ser lo más importante en la vida de su hijo, por lo que tomó la decisión de que no trabajara en la carpintería familiar para preservarlo de algún accidente en sus manos, tan comunes en el oficio. A cambio de eso, debía ponerse a estudiar seriamente el instrumento.  La banda de sonido del niño estuvo conformada por polkas, chotis, rancheras, valseados y músicas de Europa del este y, por supuesto, el chamamé, género tradicional que según definición de Chango Spasiuk, de él estamos hablando por supuesto, es una música criolla y mestiza formada por diferentes elementos musicales y culturales, relacionados tanto a los pueblos originarios, como a la llegada del español hace más de 500 años y, algunos siglos después, con las diferentes corrientes migratorias de fines del 1800 y principios del 1900.
Casi desde la cuna Horacio Eugenio Spasiuk pasaría a retiro sus dos nombres de pila, para ser conocido como “Chango” para todo el mundo. Nació, al igual que su padre, en Apóstoles, ciudad en la que un arroyo (el Chimiray) se ubica como límite natural entre Misiones y Corrientes. La carpintería de su padre y su tío, ambos músicos aficionados, fue su primer conservatorio y el lugar donde experimentaría los primeros sonidos; y las fiestas en las chacras los escenarios y auditorios donde foguearse y ganar confianza.

Este comienzo de año, no es igual a otros para Chango. El viernes 11 de enero se produjo su regreso a Jesús María tras quince temporadas sumando ausencias en ese encuentro anual. Cuando el sábado 2 de febrero (8va. luna) se presente en el Festival Nacional de Folklore de Cosquín lo hará para celebrar 30 años de carrera, desde que en 1989 se consagró como revelación en la Plaza Próspero Molina.   En el medio de ambas, hubo otra presentación histórica, la que se concretó el sábado pasado, 12 de enero en La Falda bajo las Estrellas, ciclo de características inusuales, sorprendente y de grilla impredecible, que en su quinceava temporada oficial, año tras año cumple con su rutina de mostrar lo más variado de la música nacional.
Chango llegó por primera vez a esta ciudad para debutar en el ecléctico ciclo y al frente de su quinteto realizó un concierto de altísima jerarquía musical sobre el escenario plantado en Av. Edén y San Martín. Un show de casi dos horas de duración con muchos ingredientes, como su música.

A fuerza de talento y personalidad Chango logró ubicar al chamamé en un nivel de igualdad con otros estilos musicales del folklore como la zamba o la chacarera que prevalecen en el oído medio argentino. Sin encasillarse en el formato puramente tradicionalista, aunque sin desatender las raíces, elevó al género del litoral a escala internacional y ese valor agregado se desprende de su propuesta en vivo que consta de una mayoría de interpretaciones instrumentales de enorme musicalidad. Su sólida propuesta al frente del quinteto que encabezó la noche del sábado, ante un clima amenazante de lluvia que afortunadamente se precipitó recién en horas de la madrugada, preveía algunas canciones cantadas por Diego Arolfo, muy eficaz en guitarra y voz; el aporte sobresaliente de Marcos Villalba en instrumentos de percusión (cajón peruano, un udu africano y otros accesorios); y las cuerdas a cargo de la holandesa Heleen de Jong en violoncelo y la cordobesa Julieta Duret en violín. El variado repertorio elegido puso énfasis en Otras músicas álbum publicado en 2016 en el cual Spasiuk se explaya en composiciones realizadas para películas, televisión y teatro, con títulos como: Nazareno, Canción de los hermanos, Canción de amor para Lucía o Seguir viviendo sin tu amor (Spinetta), son nuevas texturas y sonoridades que le sirvieron para explorar y por las cuales se pueden filtrar diferentes influencias que van desde Piazzolla hasta el free jazz.

La función venía con sorpresas cuando Chango invitó al escenario a Jorge Martínez, integrante del talentoso trío MJC, al piano, y a Cecilia Mezzadra, solista cordobesa de preciosa voz, que se lució en la canción de cuna Sueños de niñez para luego hacer explotar a la plaza con El cosechero, uno de los grandes clásicos que se escuchó en la noche.
De un proyecto en construcción de Spasiuk a dúo con un, para nosotros, desconocido guitarrista noruego se probaron los inéditos Julián y otro tema instrumental aún inconcluso y de nombre incierto, junto al guitarrista de nombre impronunciable que se llegó hasta La Falda para ver el show y por pedido del anfitrión tuvo que subir a tocar en otro instante de lucidez musical.
El chamamé, esa música criolla y mestiza, hoy ya no es un tesoro guardado en la selva misionera, desde que Chango la sacó a pasear en giras por Argentina, Alemania, Polonia, Holanda, Inglaterra, Francia, EE.UU, Austria, Eslovenia, Ucrania, Noruega, Canadá, Brasil, pertenece definitivamente a la world music y el auditorio celebra complacido el nuevo estatus.

jueves, 3 de enero de 2019

“La soledad y yo hicimos una pareja terrible”

Asegura Andrés Calamaro, en esta entrevista en la que se explaya sobre “Cargar la suerte”, su flamante disco con doce canciones estreno de reciente lanzamiento. Precisamente la soledad fue una de las claves del nuevo trabajo.

ENTREVISTA A ANDRÉS CALAMARO

Por Néstor Pousa

Andrés Calamaro está de estreno. Fin de año lo tuvo en plena faena de difusión de Cargar la suerte, su flamante disco con doce nuevas canciones que ya tuvimos la oportunidad de repasar (Ver: Reseña de "Cargar la suerte"). El nuevo disco se encontró con una muy buena recepción en la prensa especializada de habla hispana, por considerar que supera la medianía que en general prevalece en las producciones de música pop de estos tiempos. Era oportuno entonces conocer la opinión del autor a través de esta entrevista lograda durante los primeros días del nuevo año, en la cual se explaya sobre su nueva obra.
A Andrés se lo nota muy entusiasmado con el resultado, tanto que llegó a afirmar que estábamos frente su mejor disco en 40 años de profesión. Nada mal, considerando que registró obras muy influyentes. Por eso la primera pregunta fue: ¿Qué atributos considerás que acredita Cargar la suerte para superar a Alta suciedad, Honestidad Brutal o Bohemio?

Caramba, fui imprudente cuando hablé de “mejores discos” -reflexiona- No es un ejercicio habitual discernir discos “malos” y “buenos”… Fue una grabación extraordinaria y la hicimos en equipo, como si un cinco titular de básquet, o un once de fútbol (más el entrenador) hubieran grabado este disco que firmo con mi nombre. No me consta que haya superado a Honestidad Brutal que fue una grabación terrible, ni al encanto del sonido y el tejido instrumental de Alta Suciedad”.

 -Vivís entre dos universos paralelos como son Buenos Aires y Madrid. En dónde encontraste mayor inspiración a la hora de escribir ¿en la capital española o en tu retiro de Benavidez?  “Mayormente escribí en Provincia de Buenos Aires. Algunas letras las había escrito en Madrid, meses antes. Probablemente “Verdades Afiladas” y “Mi Ranchera”, los escritos madrileños”.

 -Algunas de las letras hablan sobre amores rotos (Verdades afiladas, por ejemplo) y también sobre la soledad. ¿Cuáles son tus claves para vivir solo sin sucumbir en el intento? ¿el mate amargo es un buen antídoto contra eso?   “Probé con otros antídotos, pero entonces, la soledad y yo, hicimos una pareja terrible. Los amores rotos duelen, como los amores que matan que nunca mueren (Nota: cita a su amigo Sabina). Pero conseguí apartarme del eje del macho narcisista herido para encontrar otros registros quizás más reflexivos. Lo cierto es que la soledad es una buena compañía. La mía soledad. “La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes” (Schopenhauer)”.

"Conseguí apartarme del eje del macho narcisista herido para encontrar otros registros más reflexivos"

 -Con el tema Diego Armando Canciones descubriste un nuevo alter ego o lo pensaste como un homenaje al 10?   “El nombre remata la canción con cierta picardía criolla. Elegir el nombre fue una segunda picardía. Son mis señales de humo para saludar a Diego. Diego Armando Canciones es el alter ego de Gardel, de Cobián y Cadícamo. Además es mi amigo querido. Respeto las jerarquías”.

 -En Falso LV abordás la actualidad política, tal vez como nunca antes lo habías hecho. Por otra parte, no es una letra panfletaria, ni bajás línea, más bien suena a que te tomás desquite, con estilo, por tanto bombardeo mediático al que nos somete la clase dirigente. ¿Va por ahí?   Falso Luis Vuitton es una letra que fue cambiando. Al principio era una letra anti protesta, más bien reaccionaria pero con elegancia (?) Pero la lectura resultaba confusa fuera de España… El original era una letra más larga y en la edición para conformar una letra (para cantar) limé asperezas. Entonces quedó chistosa, había perdido cierta rabia. Un buen amigo me aconsejó que intente esquivar ripios cómicos, en Los Ángeles fue Gustavo (Borner, coproductor del disco) el que, en pocas palabras, me reclamó lo mismo. Entonces re escribí una letra que pueda entenderse en todo nuestro continente, por lo menos en nuestro país y por otras generaciones de ciudadanos más jóvenes que yo”.

Andrés, el "taxi driver" de Verdades Afiladas
 -Sabiendo que ya no te divierte pasar largas jornadas en los estudios de grabación ¿cómo se consigue un disco de alto standard en tan solo cuatro días de grabación?
“Grabando en cuatro días es imposible aburrirse, no tuve momentos de ocio o pausas en esta grabación, apenas parábamos para almorzar todos juntos en el estudio. En los primeros cuatro días de grabaciones, grabamos la totalidad de los instrumentos: no doblamos, no corregimos. Acaso repetíamos la toma como es natural, tres o cuatro veces. En aquellos cuatro días estaba cantando con los músicos. Cuatro veces doce canciones es un volumen respetable de tomas vocales. Algunas de aquellas tomas conjuntas quedaron intactas en el disco. Pero seguí cantando cinco días más. Para corregir letras, para las armonías y para cantar bien todas las voces del disco. Digamos que fui un soldado, o un jugador en un equipo de fútbol”.

 -Grabaste en Los Ángeles; los textos tienen el espesor de una letra de Bob Dylan; la banda suena con la elegancia de Tom Petty y el pedal steel le aporta un toque Harrison a las canciones. ¿Es este acaso el disco perfecto?   “Hay cincuenta maneras posibles de grabar un disco. Espero haber colaborado con grabar un disco muy bueno. Soy un oyente de música y reconozco algunos discos que resultan perfectos o rozan la perfección divina. Pero ya abandoné el barco cuando terminamos las mezclas, cuando escuché los master definitivos, cuando filmamos los videos. No tengo la costumbre de escuchar mis discos “a toro pasado”… A veces la historia pone las cosas en su lugar”.

"No tengo la costumbre de escuchar mis discos a toro pasado... la historia pone las cosas en su lugar"

 ¿Estás ansioso por mostrar las nuevas canciones en vivo?   “Ya siento que estoy radiante por volver. Girar es sacrificado pero es nuestro trabajo y nuestro deber. Un servicio a la música y al pueblo. Vamos a ensayar en Madrid dentro de dos meses”.

 Bonus track. En el tráiler de difusión se te ve muy feliz en el estudio, seguramente el equipo que formaste fue la clave. ¿Cómo seleccionaste a los músicos y al productor?  “Con Gustavo nos elegimos. Grabamos juntos el Unplugged de Los Tigres del Norte. Una producción compleja, en vivo y con muchos invitados y agregados musicales. Me gusta mucho Gustavo, tiene un humor ácido que marca muy bien el ritmo de una grabación. Gustavo y Germán (Wiedemer, piano, teclados, arreglos y dirección) me facilitaron mucho todas las etapas de la composición, producción y mezclas. Los músicos los eligió Gustavo habiendo escuchado nuestros “demos bien presentados”… Los estudié un poco, son músicos contrastados que nacieron para grabar discos. Es difícil equivocarse cuando todo está saliendo bien.

Agradecimiento a: Martín Rea - Prensa Andrés Calamaro

jueves, 27 de diciembre de 2018

Andrés Calamaro: una cosecha de canciones

La fecunda prosa de Calamaro pedía condiciones de alto standard de producción para alumbrar uno de los mejores discos de su carrera solista. Así nació el flamante “Cargar la suerte” que aquí repasamos.    

DISCOS / NOVEDADES

Por Néstor Pousa

A dos meses de finalizar este demasiado convulsionado 2018, Andrés Calamaro puso en disquerías y plataformas digitales su flamante álbum intitulado Cargar la suerte, el que había sido adelantando por su autor en su, a menudo, frenética actividad en twitter en la que se lo suele ver interactuando tanto con sus colegas músicos, periodistas y seguidores, bajo el nick de brad pittbull.
Cargar la suerte contiene 12 nuevas creaciones del autor e intérprete, una nueva producción que empezó casi en solitario, en su retiro de Benavídez, localidad ubicada en el norte del Gran Buenos Aires, allí en donde tiene su casa quinta. Y luego siguió con la asistencia del tecladista y arreglador Germán Wiedemer, estrecho colaborador de sus más recientes trabajos.
En su refugio bonaerense, Andrés desde algunos años a esta parte vive solo, estado que le permitió despojar de los muebles a la sala principal de la casa e instalar en ese espacio un poderoso equipo de música para pasar la mayor parte de las horas de su día escuchando discos, como una redescubierta pasión. Allí también, con el termo y el mate como inseparables compañeros, escribió los textos de una nueva cosecha de canciones.
Luego los acontecimientos se sucederían vertiginosamente. Seleccionó como productor a Gustavo Borner, un argentino con rodaje internacional. Germán Wiedemer, casi su sombra, se haría cargo de los arreglos y la dirección, además de tocar el piano y los teclados. Y ficharon una banda de músicos estadounidenses con probada experiencia en los estudios, especialistas en su instrumento, con los que logró empatía y buena química inmediata. Ellos son: Aaron Sterling en batería y percusión, Erik Kertes en bajo eléctrico (“Andrés is the best”, manifestó el bajista californiano a este cronista vía red social), Rich Hinman en pedal steel y guitarras,  Mark Goldenberg en guitarras y una sección de vientos y cuerdas adicionales. Con tan alto standard de calidad y un estudio en Los Ángeles (California) como locación, la grabación del nuevo disco insumió solamente cuatro días de sesiones, con los músicos tocando al mismo tiempo, grabado todo en primeras tomas, sin retoques, ni sobre-grabaciones. 
De esta manera Andrés facturó el que podría ser considerado como el mejor trabajo de su carrera solista. La duda razonable se funda que en el medio se encuentran obras como Alta suciedad (de 1997), Honestidad brutal (de 1999) o Bohemio (de 2013).

Las canciones. Verdades afiladas es la pista número uno y también el primer corte adelanto de Cargar la suerte. La canción que cuenta con vídeo clip oficial es un clásico tema con destino de hit desde la primera rodada. Tránsito lento es un R&B con un título en doble sentido que con sofisticada letra alude a las tediosas esperas en los transbordos de aeropuertos, un martirio común a tantos músicos en gira. Cuarteles de invierno, tan autobiográfica como las anteriores, tiene mucho que ver con cómo fue concebido este nuevo trabajo ("Tengo planes musicales / para los cuarteles invernales"). Diego Armando Canciones es uno de los temas claves del disco, una especie de alter ego al estilo del Salmón que hace gala de su fecunda prosa. Las rimas es otro extenso texto abordado a modo de hip hop sin ser Andrés un rapero experto. Siete vidas es un épico rock de guitarras. Mi ranchera es la balada nocturna de un hombre solo. En Falso LV (Falso Louis Vuitton) el cantante se luce en un rock and roll de letra deliberadamente política que, aunque admite diferentes lecturas (la referencia a la lujosa marca francesa parecería tener una destinataria directa), bien podría ser la reacción mordaz a tanto bombardeo mediático a que nos somete diariamente la clase dirigente.  My mafia, no podía faltar en el disco una canción dedicada a la libertad y a los amigos con ese toque melanco de los años adultos.  Adán rechaza otro rock de guitarras con aires a Los Rodríguez, aquel exitoso grupo argentino-español. Egoistas es un soberbio folk eléctrico, otra de las debilidades de Andrés de estos tiempos, con lucimiento del pedal steel de Rich Hinman y las referencias bíblicas sobre expuestas por el autor. El programa languidece en el track número 12 con Voy a volver, un folk lento con guitarra slide que se podría presumir como el fin de un concierto con el público haciéndose cargo de los coros. 
Andrés Calamaro grabó y mezcló en Los Ángeles un puñado de canciones que atesoran textos de un espesor propio de las letras de Bob Dylan; con una banda que suena con la elegancia de Tom Petty; y toques de guitarra slide que remiten al más puro estilo Harrison. Con todos estos argumentos ¿será este acaso el disco perfecto?


lunes, 10 de diciembre de 2018

Yo estuve ahí... un libro sobre el rock en Córdoba

En “Yo estuve ahí…” nueve reconocidos periodistas, convocados por Carlos Rolando, aportan sus testimonios sobre el rock de Córdoba. Es el primer trabajo que sobre esta temática realiza la Editorial de la UNC.    

LIBROS / NOVEDADES

Por Néstor Pousa

La palabra “periodista” no necesita del lenguaje inclusivo, su acepción es indistinta para ambos géneros. En Yo estuve ahí… Testimonios sobre el Rock en Córdoba, nueve profesionales de reconocida trayectoria en los medios, aportan sus experiencias personales, sumado a entrevistas de rápida resolución y narraciones en primera persona de gente vinculada al género en Córdoba. Raúl Dirty Ortíz, Martín Brizio, Martín Carrizo, Rodrigo Artal, Pablo Ramos, Humberto Sosa, Soledad Toledo, Elisa Robledo y Carlos Rolando (este último, además compilador de los testimonios), son los encargados de transcribir al papel sus vivencias vinculadas al rock de Córdoba en las últimas décadas. De esto se trata este trabajo de reciente edición, el primero que sobre temática rock lanza la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba que codirigen José Ortega y Marcelo Bernal.
Si bien Martin Carrizo, por una cuestión de edad, no estuvo ahí cuando Los Teen Agers cordobeses se lanzaban a la aventura como banda de rock, sí estuvo dispuesto a realizar un profundo trabajo de antropo-rock sobre los orígenes del género y elaboró una osada teoría con la que pateó el tablero, la que documentó en Radio Roquen Roll I y II: el rock de autor en castellano habría surgido a orillas del Suquía, antes que con Los Gatos Salvajes rosarinos de Litto Nebbia. Carrizo (periodista, conductor de radio y coleccionista de música), en Yo estuve ahí… aporta nuevos y reveladores datos que reafirman el concepto, a la vez que sostiene que con un poco de rebeldía y persistencia hubieran torcido la historia que finalmente, y como sabemos, tuvo otro relato.
Yo estuve ahí…  empieza con dos entrevistas tan informales como sus protagonistas: ellos son Carlos Avalos y el Chino Baró, dos de los integrantes originales de Los Bichos, banda cordobesa que llegó a codearse con los fundadores del rock en castellano. Repasar esa parte de la historia, hasta ahora desconocida por muchos, y tal vez rendir un necesario homenaje, es lo que se propuso Carlos Rolando en la primera parte de este trabajo.

Con Raúl Dirty Ortiz no hacen falta las presentaciones, su vasto curriculum habla por sí solo. Él fue el relator de salto en alto, de su inspirada pluma salieron las letras de Proceso a Ricutti y otros tantos textos. De eso y de sus experiencias iniciáticas en el periodismo en una ciudad llamada La Falda, cubriendo un legendario festival de rock en los ‘80, da cuenta en sus líneas, aunque asegure que escribir sobre el pasado no es su actividad favorita.
A Humberto Sosa (ex guitarrista de Washington Canesú y Las Solapas, entre otras actividades) le tocó documentar desde adentro los ’80, el post punk, el dark y algunos de los antros en los cuales bullía el movimiento under.
Rodrigo Artal (conductor radial, director artístico, movilero y actor) nos devela las dos caras de Barrio Güemes, su barrio. El antiguo “Pueblo” y la modernidad que estalla en marquesinas multicolor con seductoras propuestas nocturnas de entretenimiento musical y gastronómico. Artal que conoce sus calles como la palma de la mano, también dará cuenta de los orígenes de la mítica Radio La Rocka.
“Los noventas fueron una década larga y sinuosa”, asevera Pablo Ramos (docente e investigador de la UNC, trabaja en radio y medios gráficos), y desliza una frase concluyente: era más fácil tener una viola y un amplificador que conseguir trabajo. Con un relato intenso y memoria difusa, pero asistida por compañeros de ruta, le tocará explicar cómo fue resistir la decadencia.

De los 2000 a la actualidad, de las innumerables salas de conciertos y pubs que emergían y se sostenían con más voluntad que recursos financieros (desde el iniciático El Mariscal, pasando a Casa Babylon, 990 Arte Club, Captain Blue, El Ojo Bizarro y tantos más), de las bandas que pululaban por la noche cordobesa, nos cuenta Martín Brizio, otro especialista con 30 años ininterrumpidos de actividad radial, desde la FM Joven y un programa clave para la difusión del metal pesado: Encrucijada del Metal. Brizio también se extenderá en temas como el nacimiento de Cosquín Rock, el final de Los Redondos en el mismísimo Estadio Córdoba y la tragedia de Cromañon.
Las chicas claman por su espacio en esta historia sobre el rock de Córdoba. Elisa Robledo (gestión y comunicación relacionadas con la música, el arte y la cultura) nos cuenta sobre la movida en Villa María con el 2008 como año posible y su posterior mudanza a la capital de la provincia. Es ella quien también rubrica el epílogo.
Soledad Toledo escribe sobre el año en el que estallamos y la primera noche en la que Belle Epoque abrió sus puertas, otro de los lugares de culto.
La cuarta y última parte del libro está dedicada a Entrevistas, breves, agiles, entretenidas. Tito Acevedo, mentor de Tonos y Toneles, y una infinidad de anécdotas relacionadas a la actividad; María Pía Arrigoni, una de las pocas mujeres a cargo de la producción de campo en espectáculos de rock; Tincho Siboldi (ex Proceso a Ricutti) y como fue pegar un hit desde Córdoba; Fernando Caballero y el día que acompañó a un Spinetta sinfónico; Daniel Miraglia, de guitarrista de rock a trabajar con grupos de cuarteto; Nicolás Bravo y la fotografía de rock; Héctor Perro Emaides y las desopilantes aventuras de un productor atípico; Pablo “El Colo” Yuan y la seguridad en espectáculos en vivo, Rossana Vanadía, la chica rocker que hacía periodismo en un espacio donde los chicos tenían la primicia (“Pero no acusé recibo de alguna diferencia”, sic); Lagarto Guizzardi y Toto Colombo y los choripanes para La Falda Rock; Marcelo Gómez y los 29 años de un clásico radial: Al Abordaje. Y Pablo Aymal, Claudia Sawka, Ricardo Cabral, Cecilia Chux Picco, Martín Toledo, Luciana Mora. Y tantas otras historias más en un libro que se presume de lectura imprescindible para los devotos del rock made in Córdoba.-