lunes, 11 de abril de 2016

Vengan las bandas: invasión heavy a Córdoba

Finizzola, licenciado en heavy metal
Luego de las últimas visitas y tras la confirmación de la llegada del beatle Paul Mc Cartney, Córdoba se ha posicionado firmemente como la segunda plaza del país en la concreción de shows internacionales.

ENTREVISTA

Por Néstor Pousa

Julián Finizzola es un faldense clase ‘71 que creció escuchando heavy metal. Pero no se conformó con ser solamente un fan, aprendió a tocar la batería y junto a sus amigos fundó las bandas: Sexton, llegando a participar del legendario Festival de Rock de La Falda; y M.A.G.M.A., aún en actividad pero ya sin Julián en sus filas, quien luego de finalizar el ciclo secundario marchó a Córdoba a continuar sus estudios en la carrera de Psicología. Con él analizamos este impensado desembarco en Córdoba de las más importantes bandas del género que lo apasiona. Las sensaciones de un chico del interior del interior devenido en reconocido profesional que exhibe una extensa foja de servicios en el área de la psicología educacional y aplicada al deporte (el nombre del Club Atlético Belgrano, entre otros clubes, aparece en su CV), pero que sin embargo nunca desatendió su amor por la música y su pasión por lo que él define como un “movimiento mundial”: el heavy metal.  
¿Imaginaste alguna vez un presente en el que todas tus bandas favoritas llegasen a tocar en Córdoba?, es la pregunta que le lanzo para empezar a hablar del tema: “No solo no lo imaginé, en nuestros años púberes ni siquiera podía llegar a ser un sueño lisérgico. Eran tan grandes estas bestias que hasta por momentos creíamos, al menos yo lo creía, que no eran reales. La música, los spandex, las hebillas y muñequeras, los instrumentos, las paredes de Marshall, todo era fantástico, surreal, más que mágico y por ende irrealizable”, dice Julían, que como un auténtico headbanger se entusiasma al hablar del tema.
  
-Muchos aseguran que con haber visto a los colosos Metallica, Megadeth y Iron Maiden ya están hechos, ¿vos ambicionas algo más?   “El psicoanálisis nos enseña que el deseo es el motor de la vida. La libido, o energía vital, es aquello que moviliza la propia existencia. Así que siempre habremos de tener algo más por desear. Personalmente creo que la gira de las cuatro leyendas británicas sería un sueño: Iron Maiden, Black Sabbath, Saxon y Judas Priest. Y por supuesto el sueño no imposible de un sólo concierto multi-aglutinador de la reunión de (la ex banda argentina) Hermética. Fin de la libido”, remata con una carcajada.

-Que hayan venido artistas míticos como Deep Purple y Robert Plant (la voz de Led Zeppelin), ¿también entran en tu agenda soñada?    “Esa es una de las características en nuestro movimiento mundial. No nos movemos sólo por una banda, nos movemos por eventos. Obviamente que un Top 10 mueve más gente que otras bandas, pero el metalero apoya y se regocija con el evento en sí mismo. Por supuesto que he visto todo lo que ha venido y estoy más que satisfecho”, reconoce.
 
-El público de heavy metal es, generalmente, muy fundamentalista. La recientemente confirmada llegada de Paul Mc Cartney a Córdoba (15 de mayo en el Kempes) ¿te genera alguna expectativa o no te mueve la aguja?    “Valoro al Beatle por su obra y trayectoria. Me gusta mucho la versión de Eleanor Rigby que hace O’Connor (Claudio, otro de los referentes nacionales), y creo que ayuda a consolidar la plaza. ¡Bienvenido Paul! pero igual prefiero a nuestro Paul… Stanley, un pibito”, y lanza otra carcajada por su ocurrencia al citar al guitarrista y cantante de Kiss.

-¿Hay público adolescente siguiendo el heavy metal? ¿está asegurado el futuro del género?    “Fuimos, somos y seremos un movimiento humilde pero muy sólido. Nos caracterizan el compromiso, el respeto mutuo y la lealtad, mientras haya seres cultivando esos valores habrá heavy metal por siempre. El metal es casi hereditario, artesanal, muy personal y emocional. Guarda con recelo a las bandas de sus bronces y saluda a las nuevas corrientes. ¡El metal nunca muere!”, enfatiza. “De hecho, Maiden está tocando para tres y cuatro generaciones”.
 
-No hay dudas que Córdoba es la segunda plaza del país, si de espectáculos internacionales hablamos, no obstante faltó algo de público en el show de Maiden, como faltó con Bob Dylan y con Ringo Starr, al igual que falta en los shows que ofrecen las bandas locales. ¿Cuál es tu análisis?    “No creo que sea muy difícil de develar. Por un lado el metal, así como las bandas que mencionaste y muchas otras más, desarrollan un producto artístico que encuadra entre variables con un alto estándar de calidad en relación a su orfebrería. La búsqueda en general de esas obras y agrupaciones enfoca determinada cantidad y calidad de objetivos entre los cuales la masividad, la penetración comercial y la efímera diversión no se encuentran en los primeros lugares. Si se logra algo de eso, pues bienvenido sea, o no tanto, depende. Por otro lado Córdoba, como provincia y como capital, es muy cosmopolita, está muy visitada y adoptante de muchas culturas vecinas y el punto de encuentro de todo eso está en lo más popular, divertido, pasajero, masivo. Además siempre nos gustó ser medio pa’ entendidos ¿no?, y eso desde mi visión también nos ralea en convocatorias. Aunque también somos grandes consumidores de material, merchandising, información y sobre todo muy fieles y seguidores. Un maidenero tiene todos los discos, y va de adelante para atrás y de atrás para adelante. En otros géneros no pasa… géneros, no solo grupos”, examina Julián con gesto freudiano, aunque luciendo una impecable remera de Megadeth.
 
-Tu actividad de licenciado en psicología está íntimamente ligada al fútbol, ¿existe alguna forma eficaz para seguir realizando conciertos multitudinarios en el Kempes sin comprometer el estado del césped?   “Entiendo que sí, pero no conozco en profundidad la cuestión”.

Para finalizar: ¿cuál es tu podio personal de los shows realizados hasta ahora en Córdoba? “Mi top 3 sería el siguiente (enumera en orden ascendente): Megadeth en Orfeo, segundo Anthrax en Cosquín Rock y primero Iron Maiden en el Kempes".

lunes, 4 de abril de 2016

¡Ahora sí! Paul McCartney en Córdoba

Luego de un par de amagues e intentos fallidos, al fin se cerró la llegada del beatle a Córdoba. La cita: el 15 de mayo en el Estadio Kempes. Mientras tanto, recordamos el show de Ringo Starr en Orfeo.

Por Néstor Pousa

Fueron dos las oportunidades en las que Paul McCartney estuvo a punto de pisar suelo cordobés. La primera en el 2012, pero la gira que lo traía enfiló hacia Montevideo y Asunción. La segunda durante la extensa gira que abarcó parte de 2014 y 2015, pero la suerte volvió a desviarse hacia Montevideo, Lima, Santiago de Chile, entre las plazas más cercanas. Dos intentos fallidos fueron demasiado como para pensar que algún día se concretaría la visita de esta auténtica celebridad del rock mundial. Sin embargo a mediados de marzo pasado volvió a correr el rumor de que Paul estaba cerca y nuevamente era la empresa En Vivo Producciones (José Palazzo) quien produciría el milagro. Pocos días después se confirmaba vía redes sociales lo que ya era un secreto a voces: la llegada del beatle Paul McCartney por primera vez a Córdoba era un hecho.  La cita es para domingo 15 de mayo en el Estadio Mario A. Kempes que se prepara de una forma especial para recibirlo, con un formato sólo usado para conciertos de gran escala y… preservando el césped mundialista.  La nueva gira, bautizada One on One Tour, se inauguró el pasado 13 de abril en Fresno (California, EE.UU.) y luego de recorrer algunas ciudades por el país del norte volará directamente a la Argentina a entregar 3 conciertos exclusivos para Sud América. El primero en Córdoba y luego dos más en el Estadio Único de La Plata en Buenos Aires, antes de saltar a Düsseldorf, Alemania. Un despropósito en términos logísticos, pero así será. 
Durante su nuevo show, de casi 3 horas de duración y que promete ser sorprendente, el zurdo bajista interpreta la friolera de 38 canciones en su mayoría pertenecientes al repertorio de los Fab Four, agrupadas en dos sets eléctricos con banda, un intermedio en solitario con guitarra acústica y una larga lista de bises (encores).
Así, Paul será el segundo beatle que toque en Córdoba luego de que Ringo Starr lo hiciera en 2013. Un hecho casi inédito para una provincia argentina, ya que hasta ahora sólo había sucedido en Buenos Aires. A continuación, y mientras esperamos el gran día, invitamos a repasar un extracto de la crónica publicada en Ecos de Punilla sobre el show ofrecido por Ringo en Orfeo el miércoles 6 de noviembre de 2013.

El efecto Ringo pasó por Córdoba. Fue como si hubiera pasado el cometa Halley, porque los 3500 afortunados que asistimos esa noche al Orfeo Superdomo quedamos así, con la boca abierta, deslumbrados, casi incrédulos de poder estar a un toque del baterista de Los Beatles, la banda de rock más famosa de la historia, la más influyente, la que inventó casi todo. Ringo viene liderando desde finales de los 80’s la All Starr Band, un seleccionado de estrellas que respaldan la gira del beatle. Un formato que tiene la particularidad de ir rotando a su personal. Así también, a medida que cambian sus miembros se va actualizando el repertorio, ya que a los clásicos que siempre interpreta Ringo se le suman los que puedan aportan el resto del combinado. El show arrancó con la banda en escena, la voz en off del locutor haciendo las presentaciones y Ringo entrando a la carrera para los dos primeros temas: Matchbox (de Carl Perkins) y It don’t come easy (uno de sus primeros números solistas), que desataron la excitación, los gritos, las lágrimas y la alegría de un público que saltó de sus butacas en un estado de medido descontrol, versión adulta del furor que provocó la Beatlemanía a mediados de los 60.

El programa ofrece dos conciertos en uno, que se van alternando: por un lado Ringo con los legendarios temas a los que les puso su voz en Los Beatles; por el otro la All Starr Band que reserva momentos de protagonismo en partes escrupulosamente iguales para sus integrantes. Pero, a decir verdad, el inquieto Ringo es la estrella, no hay dudas de eso, que va de un lado a otro, sube y baja de la alta tarima de su batería, pasa por el piano y dispara la intro de Don’t pass me by (del White Álbum). Desempolva los rocks que grabó en la primera época de Los Beatles y al comando de su histórica Ludwig tocará y cantará Boys (de Please, please me) y Honey don’t (de Beatles For Sale). Este verdadero showman que durante años se mantuvo a la sombra de Lennon y McCartney, hoy se explaya a sus anchas sobre el escenario y marca los tiempos del show, se muestra locuaz y muy comunicativo con la gente, bromea y contesta hasta el límite de la paciencia la avalancha de comentarios que le tiran. Lo interrumpen y reconviene con un “I’m talking” (interprétese como: “Estoy hablando, no jodan”) con inconfundible entonación británica. Pero se permite jugar: “What is my name?”, reclama, para que la platea estalle en un ensordecedor ¡Ringo! Y recibe regalos, y devuelve atenciones, e insta a que imiten sus dedos en “v”, símbolo ecuménico de Peace & Love. “Hay damas en la sala?”, pregunta como introducción para I wanna be your man (Quiero ser tu hombre) de With The Beatles; y el esperado paseo en Submarino Amarillo al que nadie puede resistirse. El final se aproxima con Photograph, aquel hitazo que compuso junto a George Harrison y continúa con Act naturally, su contribución para la película Help! (Socorro!), antes de un cierre épico con With a little help from my friends que se prolonga en el estribillo de Give peace a chance de Lennon. No existe para Ringo esa convención que llamamos “bises”, y ni falta que hacen, con sus estoicos 73 años y durante dos horas dejó el alma en el escenario. Después de todo, no siempre ocurre que un Beatle llegue a tu ciudad, y salvo que algún día se concrete el prometido arribo de su amigo Paul, ningún otro músico de este planeta podrá igualar el efecto que produjo Ringo a su paso por aquí.

lunes, 28 de marzo de 2016

Divididos: la era de la lucidez

Foto: Flor Piai Fotografía
El power trío que lideran Ricardo Mollo y Diego Arnedo regresó a La Falda a 24 años de su debut en esta ciudad. Mollo también recordó la vez que Sumo no pudo tocar, la noche en que se derrumbó el festival.

RECITALES

Por Néstor Pousa 
cobertura especial

“Después de 26 años volvemos a La Falda”, fue el saludo de Ricardo Mollo a las más de tres mil personas no bien pisó el escenario. Aún con el margen de error (probablemente inducido) el dato consignaba que este no iba a ser un show más. Recalculando: Divididos tocó por primera vez en La Falda en el verano de 1992 (hace casi exactamente 24 años), fue para el último Festival de Rock que organizó Mario Luna, y se convirtieron en la consagración de esa edición con Acariciando lo áspero, su segundo disco. Lo que siguió después ya casi todos lo saben.
La noche del sábado 26 de marzo Ricardo entró cargando una mochilita en su espalda, como si el recorrido previo hubiera sido exclusivo hotel spa-combi-escenario, sin escalas en camarines, de la misma forma en que dos horas y veinte después abandonarían raudamente el lugar. No notas. No conferencia de prensa. Hermetismo total. Pero el show fue distendido, con un Mollo muy comunicativo que incluso haría referencia a 1987, el año del caos, la era de la boludez, misma ciudad, mismo festival, pero con otros organizadores. La vez que Sumo no pudo tocar por suspensión, la noche en que el festival se derrumbó. “Tenemos una asignatura pendiente”, lanzó, y era la noche ideal para resarcirse. Pero eso sería más adelante, primero vendría una seguidilla de temas con el carácter de este power trío con justicia apodado la aplanadora del rock. Una primera parte con: Elefantes en Europa, Libre el jabalí, Haciendo cosas raras, Tanto anteojo, Cabeza de maceta, El perro funk (un mash-up con el bolero Inolvidable), Salir a asustar y Sábado, que desataría el primer gran mosh de la noche. Resguardados por una escenografía deliberadamente austera (largos telones rojos, juego de luces, ausencia de pantalla de video, sonido óptimo), una medianera de equipos al palo y la batería ocupando el centro de la escena, el trío se embarcaría en el momento psico-stoner que tan bien le sienta, con notables interpretaciones de Senderos y Jujuy, ambos de Amapola del 66, su último disco hasta el momento, fechado en 2010.

Foto: Flor Piai Fotografía
Sin llegar al unplugged, pero con Mollo y Arnedo acomodados en sendas banquetas, habría un intermedio con Dame un limón, Brillo triste de un canchero y las esperadas baladas Spaghetti del rock y Par mil. Un respiro en atención a aquello que dice “no es poesía ver la carne transpirar” (Dame un limón), pero duraría lo que un suspiro porque enseguida y tras un solo de batería de Catriel Ciavarella establecerían que si no fueron ellos los que inventaron la fusión folklore-rock, son los que mejor la decodifican y su versión de El arriero (de Yupanqui) es el gran electro-himno de ese subgénero mestizo. Amapola del 66 (el tema) fue otro de los altos momentos de la noche, aunque la ausencia de La flor azul, tal como lo documentaron en el disco de estudio, lo deja trunco. A continuación el otro gran momento de la función, con Mollo repasando lo que había sucedido en aquella lejana y agitada jornada de 1987 (“No creo que ninguno de Uds. haya estado esa noche”, arriesgó) e invitando a su ex-compañero “Superman” Troglio a que ocupe la batería para una versión casi sin ensayo de Crua-Chan con la mitad de Sumo sobre el escenario. “Saldada casi la deuda”, se reconfortaba el guitarrista.

Foto: Flor Piai Fotografía
Si hay dos discos que certifican el alias de aplanadora del rock ellos son el precitado Acariciando lo áspero (1991) y La era de la boludez (1993), ambos concebidos con la participación de Federico Gil Solá, segundo baterista que alistó el trío. Y Divididos con Ciavarella (previo paso de Jorge Araujo) recuperó ese mismo toque animal. Por eso los nombrados son dos de los álbumes más revisitados en los vivos, con clásicos como Paraguay, Paisano de Hurlingham, Rasputín, Ala delta y El 38, con su intro de hi hat que arma el segundo pogo más grande del mundo, redondearon una larga lista de 26 canciones. La imagen final es Ricardo Mollo y su colección de guitarras vintage; es Catriel Ciavarella y su show aparte y es Diego Arnedo, un bajista por momentos imperturbable, despidiéndose con un enigmático “No se dejen engañar” sobre un acorde interminable de guitarra distorsionada.

lunes, 21 de marzo de 2016

Eminem en Lollapalooza 2016: Los reyes nunca mueren

INFORME ESPECIAL

Por Néstor Pousa

El rapero estadounidense Eminem fue la estrella central en la tercera edición del Lollapalooza Argentina, festival nacido en Chicago (EE.UU.) que está a punto de celebrar 25 años de existencia y con franquicias en: Alemania, Colombia, Brasil, Chile y Argentina. En nuestro país va por la tercera edición consecutiva desde 2014 a la fecha, siempre con sede en el imponente predio del Hipódromo de San Isidro en Buenos Aires.
Lollapalooza históricamente integra su cartelera con bandas y solistas de géneros musicales como rock alternativo, indie pop, rap, nü-metal, punk, house y dj’s sets, los que cuentan con un escenario exclusivo. Para la edición 2016, en su versión Argentina realizada los días viernes 18 y sábado 19 de marzo pasado, se destacaron los nombres del ex-Oasis Noel Gallagher, los australianos y exitosos Tame Impala, la inglesa Florence + The Machine, el californiano-argentino Albert Hammond Jr, los notables Alabama Shakes, los islandeses Of Monsters and Men (con una cantante físicamente muy parecida a Bjork), quienes compartieron cartel con los créditos argentinos: Babasónicos, IKV, Boom Boom Kid, Carajo y los cordobeses Eruca Sativa y Juan Ingaramo.
Pero el más esperado, sin dudas, era Marshall Bruce Mathers III, mejor conocido como Eminem, la estrella blanca del rap y hip hop mundial que llegaba aquí por primera vez en la historia, caso curioso para un artista como él, con tanto predicamento en el firmamento del pop ecuménico. La imponente convocatoria de 170.000 personas (cerca de 85.000 en cada una de las dos jornadas), seguramente las más importante en Argentina para un festival con entrada paga, daban cuenta de la extraordinaria expectativa que generaba la presencia del autor de Stan.

La performance de Eminem fue abrumadora, respaldado por una banda de músicos negros que suenan tremendos y secundado por su ladero de siempre, Mr Porter. La escenografía contextual estaba dominada por un telón de fondo representando un enorme radiograbador (de esos que portan los rappers urbanos) cuyos vúmetros y parlantes reaccionaban a las exclamaciones del público, y luego mutaba en una factoría siderúrgica (en alusión a Detroit, ciudad de la que es originario el músico), un cielo oscuro con tormenta eléctrica o una casa embrujada.
Eminem hizo su aparición puntualmente a las 22.00 enfundado en unas bermudas camufladas y riguroso buzo con capucha que ocultaba una gorra de combate. Al instante empatízó con la multitud que aguardaba su debut local a 20 años de la publicación de su primer disco. Rescatado de los problemas que afectaron su vida personal y de los cuales diera cuenta en sus canciones, se pudo observar a un artista compenetrado y a la altura de su leyenda pero con la capacidad de generar un insospechado feeling con sus seguidores, haciéndolos participar durante la hora y media que duró su show y con permanentes alusiones a “Aryentina”, mientras descerrajaba sus provocadoras rimas a una velocidad sin concesiones. La lista de temas dejó conforme hasta al fan más escéptico, que suponía que algunos números ya no los cantaría en los vivos. Alucinaron con una perfecta combinación de clásicos junto con sus nuevas producciones: Mosh (en el que alude a Bush), Kings never die, The way i am, Sing for the moment, Like toy soldiers, My name is, The real Slim Shady, Without me y la muy coreada Stan, hicieron de este un recital para guardarlo en la carpeta de eventos históricos. Si hasta aceptó posar para la típica selfie final con el público de fondo.

A favor: más que un festival musical. Lollapalooza es una experiencia que comienza al mediodía y se prolonga durante poco más de 12 horas. Propone varias actividades (charlas, clases, talleres y espacios de gastronomía típica y exótica) y cuenta con varios aspectos para destacar e imitar. Los rubros técnicos son de altísimo nivel, el sonido alcanza una calidad asombrosa, al igual que las luces y la parte visual de los escenarios. Los horarios de los shows, previamente publicados, se respetan con una precisión rigurosa. Los artistas de los Main Stage 1 y 2 (escenarios principales) nunca se superponen, lo que no obliga a tener que elegir o descartar entre uno u otro. El escenario Alternativo cuenta con las mismas características técnicas de los anteriores y aunque el predio es enorme no es necesario desplazarse demasiado para acceder allí. Hay 2 escenarios más: uno para las performances de DJ’s y otro con programación exclusiva para los más chicos. Por más que llovió copiosamente durante la madrugada del primer día, el terreno no se vio demasiado afectado y estaba en muy buenas condiciones. Tanto el público como cualquier otra persona que concurría a cumplir alguna función, todos son tratados por el personal de seguridad con total respeto y cortesía. La programación artística, como ya se observó, fue muy atractiva y en muchos casos permite descubrir en directo a las nuevas bandas del panorama internacional.

En contra: desconcentrarse o perecer. La salida una vez finalizado el recital puede llegar a ser un verdadero caos. Las miles de personas que intentan desconcentrarse se encuentran con la desagradable sorpresa que los trenes del Ferrocarril Mitre dejan de funcionar a la medianoche, que conseguir un taxi puede convertirse en una verdadera odisea y tomar un colectivo obliga a una fila interminable, con la desventaja para los que asistimos desde otras provincias que si no tenés la tarjeta SUBE, no subís. Si la opción es volverse en remis la lista de espera puede superar las 3 horas. En tanto que ir en vehículo particular, salvo que con la entrada hayas podido adquirir tu estacionamiento, también tiene sus bemoles. En definitiva, un aspecto sobre el que deberían trabajar en conjunto la productora local del evento y las autoridades del Partido de San Isidro.    

martes, 15 de marzo de 2016

Iron Maiden: santificado sea tu nombre

Dickinson acechado por Eddie
La banda británica que pilotea Bruce Dickinson ofreció por primera vez su monumental show en Córdoba. Fue ante unas 20.000 personas en un Estadio Kempes conmovido y estuvimos allí para contártelo.

RECITALES

Por Néstor Pousa 
Cobertura especial

En los días previos al arribo de la banda británica Iron Maiden, por primera vez en suelo cordobés, el principal protagonismo se lo llevaba el medio de transporte de los músicos, un gigantesco Boeing 747 capaz de transportar no sólo al personal de gira sino también el equipamiento técnico de la misma. Y otro dato: quien lo pilotea no es otro que Bruce Dickinson, líder y cantante de la banda. Pero la mole alada sufrió en tierra, en su escala trasandina, un accidente demasiado insólito para los niveles de control que debería tener, y dejó a todo el staff de Iron Maiden de a pie. Casi no hubo tiempo de sobresaltarse por la suerte que correría la fecha cordobesa porque rápidamente a través de su página oficial la banda ratificó que los conciertos de Córdoba (Estadio Kempes, 13 de marzo) y Buenos Aires (Estadio  de Velez Sarsfield, dos días después) no se cancelaban. El accidente desilusionó a los miles de fanáticos que ya estaban sacando cálculos de la posible hora de arribo de la aeronave para buscar la mejor ubicación de este lado del alambrado del Aeropuerto Ambrosio Taravella. En definitiva un dato de color, aunque justo es reconocer que la ficha técnica de la descomunal máquina identificada con el logo del grupo verdaderamente asombra.
Esto permitió poner en foco lo que realmente cuenta, que es la actuación por primera vez en Córdoba (definitivamente consolidada como la segunda plaza en importancia del país) de esta banda emblema del heavy metal a escala mundial. Iron Maiden con su larga historia a cuestas ya está en condiciones de disfrutar los beneficios que la industria del espectáculo les reserva a las leyendas, no obstante reniegan de esa cómoda posición y salen de gira con disco nuevo, el flamante The book of souls, motivo de esta gira. El nuevo disco no es una excusa para refritar sin culpas los viejos clásicos. Nada de eso. El estremecedor diseño del escenario dispuesto en el Kempes (orientado esta vez en sentido contrario al habitual) permitía adivinar las ruinas de una ciudad perdida, la antigua civilización maya representada por una iconografía al tono, con un fondo de tapices intercambiándose permanentemente tras cada canción. Desde el tema número uno y durante la primera mitad del concierto los estrenos gozan de una lugar de privilegio. Desde el inicio con If eternity should fail con un enigmático Dickinson desde lo alto de la gran ciudad imaginaria introduciéndonos en la historia al tiempo que producía la primer descarga de luces, fuego y sonido atronador. Antes las enormes pantallas de alta definición reprodujeron un paradójico clip de la Ed Force One (nombre del precitado avión) atascado en la frondosidad de una selva fantástica, rescatado y puesto en vuelo por una mano monstruosa. Una paradoja de lo que en realidad había sucedido.

La lista siguió con Speed of light, primer corte del nuevo disco, y tras un repaso por Children of the damned, continuaron los temas nuevos: Tears of a Clown y The Red and the Black. Hay que decir que el nuevo material suena muy convincente y es bien recibido por la multitud que hasta ya corea algunas letras, pero la expectativa en la primera visita de una gran banda a un lugar son los clásicos, y estos no faltaron. The Trooper, Powerslave y Death or Glory, fue la primera descarga de clásicos. Como es habitual en el primero de ellos, Dickinson luciendo una chaqueta de infantería hace flamear una gran bandera británica, y aunque los músicos se encargaron suficientemente de aclarar que no hay connotaciones políticas en ese acto, igual genera un sentimiento contradictorio en los incondicionales fans: algunos silban, al tiempo que otros contrarrestan coreando un  “Argentina, Argentina”.  
                                                                                                                                                
En The book of souls, la canción que titula el nuevo disco, el cantante se toma unos minutos para explicar (en inglés y sin apelar a un castellano por fonética) el concepto que encierran esos temas, una puesta en escena con un protagonista central, Bruce Dickinson, forzando su voz hasta límites sobre humanos y un desgaste aeróbico de similares dimensiones. Es en esta parte donde se trenza en lucha con una versión maya de Eddie, el omnipresente fetiche de la banda, hasta arrancarle el corazón, sumergirlo en una pócima en ebullición y ofrendarlo a la platea. Toda esa secuencia es épica y exacerba el concepto de ópera rock que tiene el concierto. El desempeño de la banda, heroicos sesentones o casi, también es notable. Adrián Smith y Dave Murray, dos guitarras líderes que se alternan en solos de alta precisión; la base descomunal de bajo y batería de Steve Harris (festejaba sus 60 en la ocasión) y Nicko McBrain; y Janick Gers, un guitarra rítmica con vocación de saltimbanqui. 
La segunda salva de clásicos no iba a dar respiro: Hallowed be thy name (transcripto al español como Santificado sea tu nombre), la tenebrosa Fear of the dark, la epónima Iron Maiden, The number of the beast, Wasted years, y una que no es un clásico pero rindió como tal: Blood brothers, vencieron la resistencia del más pintado. El caso de un grupo de robustos cincuentones, de rigurosa indumentaria negra y vaso de cerveza en mano, a los que vi flaquear su resistencia, tomarse la cabeza con los ojos en lágrimas cantando como en trance. Sobre el final Dickinson pagaría con un equívoco (luego se corregiría) el precio de tantos escenarios y ciudades que recorre la gira, cuando agradeció a: “Buenos Aires”. Desde el campo alguien no tardó en corregirlo al modo local: “¡Tamo en Córdoba, culiao!”.

Mini festival metálico. A las 6 de la tarde y con un clima templado dio comienzo la jornada con los cordobeses de Pésame quienes aprovecharon muy bien sus 20 minutos (3 temas) y los 5 metros cuadrados de escenario que les permitieron utilizar. The Raven Age, banda del hijo del bajista Steve Harris, llamado George Harris (casi homónimo de mi Beatle favorito) ofrecieron un contundente set de nü metal, prometen. Mientras que el número de semifondo, Anthrax, curtió su trash-metal sólo para entendidos.
Desde lejos no se ve. Desagradable sorpresa se llevaron los tenedores de las entradas más caras ($1380) cuando al llegar a su ubicación notaron que un enorme mangrullo de sonido les impedía la vista del escenario en forma completa, debiendo ser reubicadas 320 personas. “El plano que mandó el manager de Iron Maiden tenía dos mangrullos bajos, lo cambiaron y no avisaron”, se excusaron desde la producción local, y agregaron: “económicamente fue peor que con Dylan”.

Set list / Córdoba, domingo 13/03/16    
Intro: Doctor, Doctor (UFO)
01. If Eternity Should Fail
02. Speed of Light
03. Children of the Damned
04. Tears of a Clown
05. The Red and the Black
06. The Trooper
07. Powerslave
08. Death or Glory
09. The Book of Souls
10. Hallowed Be Thy Name
11. Fear of the Dark
12. Iron Maiden
Bises:
13. The Number of the Beast
14. Blood Brothers
15. Wasted Years
Finale: Always Look on the Bright Side of Life (Monty Python song)

Fotos: Iron Maiden - Official Web


martes, 9 de febrero de 2016

El Cosquín de los milagros

Brancciari (NTVG), frontman distante.
En medio de un alerta meteorológico se realizó la 16va. edición del Cosquín Rock. Ciro, La Beriso, Don Osvaldo, sin mostrar novedades, fueron los más convocantes. El cierre fue para No Te Va Gustar y una larga lista de invitados.

Por Néstor Pousa 
Cobertura Especial

La reciente edición del Cosquín Rock que acaba de finalizar, número 16 consecutiva en el record histórico del ciclo, comenzó a escribirse en las páginas de informes meteorológicos antes que en las secciones de espectáculos. Tan sólo 24 horas antes de su inicio, la mañana del viernes 5 de febrero, el cielo parecía desplomarse con una de esas tormentas de verano que ocurren cada tanto. Las caras empezaban a mostrar gestos de preocupación, sin embargo para José Palazzo, organizador y productor general del evento, una cosa estaba clara: el festival se iba a realizar a como dé lugar y así lo ratificaba rotundamente en cada nota periodística que le hacían en los medios de prensa que mostraban preocupación por la suerte del festival. Decía Palazzo con su clásico humor irónico, pero muy en serio, que: “Va a ser una fiesta con un poco de barro en los pies”. No estaba dispuesto a asumir otra vez el monumental trajín logístico y costo económico que el año pasado le insumió a su producción trasladar completa la grilla del domingo al martes por los efectos de un diluvio tanto o más impetuoso que el que ahora amenazaba. Aquel que produjo estragos en las Sierras Chicas y puso fuera servicio por 6 meses el nuevo Camino del Cuadrado.
No es inapropiado entonces empezar trazando un mapa pluvial de lo que fue ese fin de semana largo en el Aeródromo de Santa María de Punilla, locación donde se realiza el ciclo desde hace seis años, en donde el sábado amaneció con un sol que cuarteaba la tierra y convertía en un verdadero sauna al predio, estado que cambió gracias a una leve lluvia que llegaría cerca de la medianoche cuando hacían su aparición en escena los nuevos niños mimados del festival, La Beriso, banda de Avellaneda que acredita un estilo con indisimulables influencias de Callejeros. Hasta ahí todo aparentaba normal y hasta parecía que Palazzo había conseguido el celular de San Pedro. Pero había que ser cautos por los pronósticos que mantenían el alerta meteorológico, fue entonces que durante la segunda jornada, en el multitudinario show ofrecido por Don Osvaldo (sustituto de Callejeros que comanda Pato Fontanet) comenzó una lluvia de proporciones que no cesó hasta el otro día, poniendo a prueba tanto a la sólida infraestructura de este festival campestre, como a su fiel público. Y hay que decirlo, ambos soportaron estoicamente y a pie firme, casi con obstinación. El lunes amaneció inestable y con lloviznas aunque despejándose por la tarde con lo cual la jornada de cierre se pudo resolver con un clima ideal, ni lluvia, ni calor, ni frío, en definitiva un alivio ante tanta inclemencia. Aunque la profecía de los pies embarrados se cumplió a rajatabla.
   
Walas con Massacre, cátedra de buen rock
Modelo europeo. Si el festival se bancó inmutable tantos contratiempos, habría que agregar el tremendo caos vehicular en que se convierte la RN38 desde Córdoba hasta Cosquín, es por una impecable organización, la estructura y logística sin fisuras, un estándar de calidad que se afianza cada año, en donde se verifica cada detalle, se resuelve cada error y con ideas “importadas” de los principales festivales campestres de Europa, por ejemplo el Roskilde en Dinamarca y el de Glastonbury en Inglaterra. Basta con mencionar la disminución de generación de basura con la implementación de vasos reciclables y el no uso de volantes publicitarios de papel. El Cosquín Rock de Argentina del escenario para atrás es una empresa que funciona aceitada y en la que cada uno de sus integrantes cumple con su rol, siempre ante la atenta mirada del responsable principal que aunque delegue obligaciones, se encarga de supervisar todo y comunicarlo con vehemencia. En la faz artística la grilla apostó a lo seguro con los números que el público coscoíno conoce y espera. Ciro y Los Persas, La Beriso, Don Osvaldo, Las Pastillas del Abuelo y Las Pelotas (que mantiene su record de única banda con presencia en las 16 ediciones) no habrán mostrado novedades pero fueron los encargados de agitar la taquilla. Boleterías que fueron menos visitadas para el sábado de apertura (28.000 asistentes) y reventaron el domingo y lunes (cerca de 38.000 mil en ambas jornadas).
                                                                                                                                                       
Iorio (Almafuerte), argentinidad al palo
Peso argento. A Ricardo Iorio pudieron convencerlo de que asista a la sala de prensa, hacía mucho tiempo que no respondía las preguntas de los periodistas allí acreditados y aunque sus respuestas pueden resultar previsibles y aportan más notas de color que otra cosa, la carpa estaba repleta de reporteros. Claro, Almafuerte se había ganado el privilegio de mostrar lo suyo en el escenario principal en lugar del Temático Heavy, aunque el líder aclaró: “Heavy Metal no es lo mismo que Metal Pesado, El Metal Pesado en sus letras habla de la Patria”. Fue en el mismo día que en el Hangar se repasaba la actualidad del rock hecho en Córdoba con interesantes performances de: Trebolares, Nóstica, Los Monkys, Planeador V, Sir Hope, Segundo Nova, Cith, Los Cocaleros y Géminis, entre otros.
El sábado todo giró en torno a Don Osvaldo, si hasta se desplazaron los muy estrictos horarios de cada show para esperar que ingrese la totalidad del público afín a este nuevo proyecto del exCallejeros Patricio Santos Fontanet. Los cordobeses de Eruca Sativa (por fin en horario central), Guasones, los uruguayos de La Vela Puerca y Las Pastillas completaban la grilla de una noche en donde las cruces de sal no funcionaron para cortar la tormenta.
El lunes, luego de que Walas y Massacre volvían a dar cátedra de buen rock en el atardecer del tablado más grande, la actividad en la sala de prensa fue incesante con conferencias de Yamandú Cardozo (Agárrate Catalina), Adrián Dárgelos (Babasónicos), José Palazzo (organizador) y No Te Va Gustar. A la hora de los bifes los dirigidos por Yamandú fueron la consagración en el Escenario Alternativo ante un público híper politizado que matizó la espera con cánticos anti-Clarín. Ofrecieron una versión compacta de su nuevo espectáculo conceptual Un día de Julio que dos días antes habían mostrado en forma completa en el Auditorio Municipal de La Falda con el mismo rotundo suceso. Lo mismo para Catupecu Machu en el Espacio Geiser con su set acústico titulado Madera.Microchip, que si bien fue concebido para teatros o espacios cerrados, merecía ser mostrado a una mayor cantidad de público en el escenario principal.

La Catalina, talentosos y divertidos
Noche uruguaya. En una noche con mayoría de presencias charrúas, los NTVG hacían prevalecer su estrellato imponiendo algunas condiciones (no permitieron la transmisión en vivo de su show, entre otras cosas). Emiliano Brancciari (voz y guitarras) anticipaba un show largo e importante nómina de invitados especiales. Una extensa lista de hits junto a notables como la murga Agarráte Catalina (hermosa versión de Clara enganchada con La puerta de atrás) y Hugo Fattoruso, acordeón en Clara y solo de piano en Chau. Que una celebridad como Hugo Fattoruso, ex integrante de Los Shakers, Opa y de extensa carrera solista, haya pisado el Cosquín Rock es un dato para el cuadro de honor. Hubo convidados sorpresa como Daniel y Cóndor de la Bersuit (De música ligera y un medley de Verte reír y Un pacto), e inesperados como Joaquín y Leandro de Turf (compartieron Pasos al costado y Comodín).
No hay dudas de que Cosquín Rock es el festival de los milagros. Si hasta consiguió lo que nadie pudo, volver a reunir sobre un escenario a dos irreconciliables como el Indio y Skay. Está bien, sólo fue un entremés de marionetas, pero el público igual armó en el pogo más grande del mundo ¡con dos marionetas! Juro que no lo soñé.

domingo, 31 de enero de 2016

Los Cafres, encienden la llama


RECITALES DE VERANO

Por Néstor Pousa

La primera vez en La Falda para Los Cafres dejó algunos datos para destacar, a saber: el show empezó más tarde de lo acostumbrado; en compensación por la espera la banda entregó un show larga duración seguido por un público en su gran mayoría festivalero. Sin innecesarios juicios de valor, esto último fue muy notorio ya que habitualmente la gente que concurre a este ciclo se divide entre locales y turistas que en la mayoría de los casos no son seguidores de las bandas programadas. La presentación de Los Cafres en cambio contó con público adepto desde el minuto cero, Guillermo Bonetto, cantante y líder, desde el escenario constantemente repetía la palabra feed-back (retroalimentar), efecto que se logra por la reacción favorable del que escucha cuando conoce y es afín a la música que se propala, cosa que no ocurre con un público neutro.
En la faz técnica se estrenó un nuevo sistema de sonido con alta calidad de prestaciones, se utilizó por primera vez una cámara con grúa para lograr mejores planos de artistas y gente, sumadas a las vistas aéreas capturadas por un drone que ya se había estrenado con Caligaris.
Desde Sin semilla, primera canción de un concierto que empezó con la banda completa en escena calentando motores y Bonetto irrumpiendo desde el backstage, fueron casi dos horas de show con un mini intervalo promediando la función. Simbólico, porque Sin semilla fue nada menos que el tema que los impulsó, la pista uno de Frecuencia Cafre, álbum debut publicado en 1994. Pero la banda reconoce una trayectoria un poco más larga, con un primer período de actividad que va desde 1987 a 1989, un intervalo de tres años en el cual sus integrantes se dedicaron a viajar fuera del país y la posterior reunión en 1992 hasta nuestros días. Recién entonces es cuando se formaliza la carrera de Los Cafres con el disco antes mencionado. Pero nada fue tan fácil, ni inmediato. El mismo día del show, luego del almuerzo y antes de una incursión por la pileta del hotel que los recibe durante su estadía faldense, el mismo Guillermo Bonetto nos confiaba que hace 10 años que pueden vivir de la música, y llama la atención el dato por tratarse de una banda de tan extensa trayectoria. La fecha es casi coincidente con la publicación de ¿Quién da más? (2004), trabajo que atesora el hit Si el amor se cae, canción que los hizo populares y les abrió las puertas de la consagración definitiva.

Guillermo Bonetto es un frontman imprescindible para una banda que cultive música reggae. Sus bailoteos constantes y movimientos ondulantes a todo el ancho del escenario no se interrumpen en ningún momento del show. Dirige una numerosa banda que se conoce desde hace muchos años y suena corpulenta. El Roots Reggae es un estilo que puede parecer reiterativo para oídos no iniciados o que prefieran músicas de armonías más complejas, sin embargo Los Cafres saben traducirlo a la perfección y con incuestionable contundencia gracias a su sólida base rítmica de bajo, batería y percusión, dos teclados, dos guitarras y los bronces (saxo, trompeta, flauta traversa, en ocasiones trombón). Bonetto (quien reconoce entre sus influencias actuales al cantante de tangos cordobés Ariel Ardit) presenta la banda: el imprescindible Claudio Illobre en teclados y principal compositor, Gonzalo Albornoz en el bajo, Sebastián Paradisi en batería y sus compañeros, tuvieron instancias de lucimiento personal. Entre un número y otro el cantante chequea el estado de ánimo de la platea, arenga para que liberen gritos de euforia y bromea con los del “sector vip” (sic), la música rítmica se disfruta mejor de pie y bailando, sugiere a los que no abandonaron su silla en toda la noche. Se escucharon en la primera parte: Hace falta, Dale!, La música, Kaos, Imposible, Velas y sahumerios, Loco, Barrilete, Tilcara, entre otros. El segundo bloque fue demoledor por los hits: Aire, Bastará, Tus ojos (será que sos un ángel), Pelusa (dedicado a Diego Armando), Si el amor se cae, Casi que me pierdo y La receta le pusieron el moño a una de las mejores noches de un ciclo que de confirmarse esta tendencia (Los Pericos inauguraron esta nueva temporada del ciclo) puede convertir a La Falda en un nuevo bastión de la música que profesó Bob Marley.

Fotos: NP

domingo, 24 de enero de 2016

Todos locos con Los Caligaris

RECITALES DE VERANO

Por Néstor Pousa

Sábado 23 de enero: el día en que Cosquín Folklore inauguraba su edición 56, el mismo en que Luis Alberto hubiera cumplido 66 y por quien se celebra el Día Nacional de Músico. En ese fin de semana históricamente record en aluvión turístico en Punilla Los Caligaris llegaron para ratificar su condición de banda cordobesa con mayor convocatoria en las sierras.
Los oriundos de Residencial América deben ser una de las presencias más constantes en La Falda a lo largo de los últimos 15 años, y siempre hay una fiesta cada vez que vienen. Lo del sábado pasado no fue la excepción e incluso se potenció con la presentación, aunque no formal por cierto, de Circología, flamante disco con fecha de publicación en 2015 y que ya viene facturando algunos hits de amplia rotación.
Con Circología la banda de los hermanos Pampiglione vuelve a exponerse como un referente del cuarteto con pulso rockero, pero que curten el ska como muy pocos saben hacerlo.
Tan cordobeses como el fernet con coca y tan divertidos como un asado con tus mejores amigos, Los Caligaris saben cómo va la cosa y una vez cumplido el propósito de hacer reír, fin primario de los payasos de circo, luego asombran con el poderoso sonido de una banda de 12 integrantes que se conocen de memoria y se complementan a la perfección. Escenarios de Argentina, México y España pueden dar fe de esto.

El show actual siempre arranca con Todos locos hit súper poderoso que viene como pista número uno del nuevo disco, que acredita un riff y un estribillo que se cuela por todas las radios y se multiplica en cortinas televisivas. Arrancar tan arriba te da una idea de cómo seguirá la cosa durante la próxima hora y cuarto. Que corran es el segundo tema del disco y del show, marchoso pero con letra reflexiva: “Que corran todos los demás, nosotros vamos caminando”, canta sobre un coro Martín Pampiglione, uno de los tres cantantes de la banda. 
En lección básica de cómo sonarían Los Redondos de haber nacido en Córdoba arrancan con la intro de Ji ji ji, entonces el pogo más grande del mundo suena con un ritmo de cuarteto que haría estremecer al mismísimo Indio Solari. Pegadito y al pie la broma se transforma en Razón, de su propio repertorio.
El show toma su forma más delirante con la infaltable rutina que protagoniza Raúl Sencillez (alter ego de Diego Pampiglione, baterista y miembro fundador). Presentado con bombos y platillos, como corresponde a un circo, uno nunca sabe que puede pasar durante ese segmento. Como que, por ejemplo, hagan subir a la persona menos pensada del público para que luego de un improvisado sapucai se desate una Sobredosis de chamamé (desde el sábado a la noche que no se me despega la clásica tonadita de los Amboé). A mitad de concierto se filtra Mi si bemol, una balada de amor en la onda de Jorge Serrano (Auténticos Decadentes) escrita por Valentín Scagliola, tecladista, productor y compositor estrella de los cordobeses.
Los Caligaris llegaron con familia completa y público propio a su compromiso faldense, y especialmente para ellos va dedicado el último tema de la lista, Kilómetros, una oda perfecta a la relación simbiótica que resulta de una banda con mucho feeling y sus seguidores. En realidad fue el anteúltimo tema, quedaba Nadie es perfecto, el hit fundacional que los proyectó, interpretado con toda la galería de personajes del circo en escena, cañón de papelitos metalizados y espuma loca anticipando el carnaval.

Foto: Prensa y Difusión - Turismo y Cultura La Falda

domingo, 10 de enero de 2016

Los Pericos: La Falda Ciudad Reggae

RECITALES DE VERANO                               
Por Néstor Pousa

Juan Alfredo Baleirón baja a la entrevista con una remera que en el pecho dice: “Que buena nota”. Tal vez fue una casualidad o bien un gesto de bienvenida para el cronista que lo espera. Bromeamos sobre el detalle y enseguida con envidiable memoria me recuerda que la primera vez que vinieron Los Pericos a La Falda fue en el verano 2004 con un show también gratuito en el andén del ferrocarril, un predio que por entonces se había reconfigurado como un circuito de expo-aventura (?).
Pero Juanchi, apodo con el que todos lo conocen, conserva una relación con esta ciudad que va mucho más allá de su actividad profesional y tiene que ver con su adolescencia: “Yo venía en los veranos a La Falda a la casa de mi tía, uno de mis primos hermanos (nota: Enrique Rodríguez, Baleirón por parte de madre y mi amigo del colegio secundario) regenteaba el Restaurant Munich (que estaba ubicado al 150 de la Av. España) y por las noches íbamos a bailar a Bon Bai”, recuerda con precisión el cantante.
Volviendo al 2004, esa fue una gira serrana organizada por el productor cordobés José Palazzo que incluyó otras localidades como Capilla del Monte, pero fue precisamente en la ciudad de Las Varillas (al este de la provincia) donde Bahiano hizo su último show al frente de la banda, pocos meses antes de su repentina renuncia. Surge solo el tema de cuando Pericos se quedó sin el que fuera por 17 años su cantante y líder natural, y de cómo consiguieron seguir adelante sin él. “Ni siquiera fue una decisión, era lo más normal seguir, el tema era ver cómo… nuestro amor propio, la energía puesta en la banda. La crisis entonces se transformó en oportunidad para chequear la actitud”, asegura quien tuvo que tomar la posta al frente del grupo.

Para afuera, como les gusta diferenciar, nunca se aclararon los reales motivos de la renuncia del Bahiano para emprender una carrera solista, pero los que se quedaron insisten en que: “Siempre fuimos un equipo, el desafío era revertir la imagen. Y la gente se adaptó. Hubo un duelo, miedos e inseguridades pero a la distancia vemos que lo pusimos todo en la misma carpeta y vamos para adelante. Reaccionamos rápido porque si nos poníamos a pensar creo que se hubiera diluido la energía”, expresan casi en forma coral Juanchi junto a dos de sus compañeros: Diego “Chapa” Blanco (teclados y coros) y Ariel “Topo” Raiman (batería).
Se preocupan por remarcar que la decisión del excantante fue unilateral y que ellos siempre se consideraron como un equipo, cuando tal vez hacia afuera parecía otra cosa. ¿Cómo se decidió el reemplazo? Juanchi: “Yo hacía coros y cantaba en los ensayos, pero en algún momento pensamos en traer otro cantante como reemplazo, un venezolano o amigos nuestros. Pero empecé a cantar en la sala como catarsis y para ver qué pasaba, estábamos viviendo una transición tocando, y así se dio que pasé a cantar yo”.
“Si bien había una identificación de la gente con el Bahiano, nos acomodamos, pero fue muy natural, y bueno, ya llevamos 11 años”, agrega Raiman.

Cuando Los Pericos irrumpen en la escena nacional con el arrollador suceso de su primer disco El ritual de la banana (1987), el reggae para Argentina era un ritmo exótico y con un nombre que no sabíamos bien cómo pronunciar. Si bien era originario de Jamaica, los datos llegaban de la cultura anglosajona. La banda The Police tuvo mucho que ver con la difusión del reggae a escala global, pero por entonces aquí sólo algunos pocos iniciados sabían de  Bob Marley.
Ahora que el género se impuso y suma incondicionales seguidores a todo lo largo y ancho del país, que responsabilidad consideran Los Pericos que les cabe en esta historia: “Somos la banda que hizo más popular al reggae -aseguran sin dudarlo- si bien estaban Sumo, Los Abuelos de la Nada, Alphonso S’Entrega, y hasta Donald llegó a hacer reggae en su momento, cuando aparecimos nosotros apareció la palabra reggae. Los Pericos irrumpió y a la vez de hacer un género diferente éramos muy populares en el comienzo, el primer disco fue muy exitoso con el Ritual de la banana, Jamaica Reggae y Nada que perder) hicimos una difusión importante. Involuntaria, porque fue un éxito que explotó”, examinan.

Un par de horas después, y luego de que en el primer turno los locales Mil Nombres expusieran su rock de power trío, Los Pericos se subían al escenario de Edén y San Martín para poner en modo inicio una nueva temporada del ciclo La Falda bajo las Estrellas que aparte de ellos agenda para el sábado 30 de enero a Los Cafres, otra banda de enorme predicamento en el reggae argentino (chequear por google la grilla completa).
Los comandados por Baleirón ofrecieron un show sin fisuras, de menor a mayor y a la altura de una banda que acumula 28 años en la ruta. También el público fue concentrándose de a poco hasta transformarse en una muy buena convocatoria. Se escucharon en renovadas versiones los más grandes éxitos de la banda: Runaway, Complicado y aturdido, Pupilas lejanas, Waitin’, Mucha experiencia, Boulevard y Natural Mystic, cover de Bob Marley. Siguieron, el flamante Señales erróneas y otro clásico, Sin cadenas con Marcelo Fink como músico invitado en el bajo.
Fue una fiesta que explotó al final en un inesperado pogo, de la mano de un calificado maestro de ceremonias como es Juanchi que reservó para el cierre los más bailables Eu vi chegar, Parate y mira (con entonación cuasi bahiana), Home, Sweet Home y Casi nunca lo ves.
La noche parecía no tener fin, tanto que Juanchi apelando a su memoria emotiva se despidió con un: “¡Che, que abran Bon Con y Bon Bai!”.

Fotos: NP