domingo, 22 de febrero de 2009

Deep Purple: made in San Rocke

El célebre quinteto inglés fue la nota distintiva de la edición 2009 de Cosquín Rock. Los reyes del rock duro congregaron una multitud de fans en la segunda jornada, el sábado 21 de febrero.

RECITALES DE COLECCIÓN

Por Néstor Pousa © 2009

Desde la mañana, el clima no pintaba bien para la segunda jornada de Cosquín Rock. Un temporal de lluvia persistente amenazaba con extenderse durante todo el día. Pero había un llamado desde San Rocke, era el de una banda que se encargó en los tempranos 70’s de poner la piedra fundacional de lo que hoy conocemos como hard rock, luego devenido en heavy metal.
Los ingleses Deep Purple se presentaban como el plato fuerte del Festival de Montaña y no había forma de perdérselo. Ni el mal tiempo, ni un dolor de muelas, ni un esguince de tobillo, ni nada que se le parezca. Tan sólo hubo tiempo de ver por TV como Independiente dirimía su eterno duelo con Racing con un inapelable 2-0 (perdón por la digresión futbolera). Y nos fuimos a San Rocke con lluvia y todo.
Por el predio circulaba un mundo de gente que se iba juntando. Un público muy diverso, ya que la jornada tenía una programación muy atractiva que congregaba a: seguidores de Cielo Razzo (banda surgida de esa inagotable cantera de rock que es Rosario), rastas con Los Cafres, crestas punkies en el temático y yerba mate con No Te Va a Gustar y La Vela Puerca (los dos grandes exponentes charrúas). Los seguidores de las bandas cordobesas estaban en el tercer escenario donde se presentaba el disco Nuevas Tribus, con Roko y Juan Terrenal como números fuertes. También había heavys nacionales aguantando por Almafuerte, que cerraba la noche. ¿Pero qué más? Estaban los mayores de 40 que solamente esperaban por Deep Purple, banda que con merecidos motivos alcanzó la categoría de mito mundial.
Como verdaderos chicos puntuales, cuando dieron las 23, los conducidos por Ian Gillan treparon al escenario principal y empezaron su set con Highway star. Rápidamente me saqué las pilchas de fan y me puse el overol de cronista (impermeable y con capucha, en esta ocasión) para tratar de relatarles lo que allí pasó.
De los miembros históricos permanecen en la banda el ya mencionado Gillan en voz, Roger Glover en bajo y Ian Paice en la batería. De los nuevos integrantes, aunque desde hace varios años, están Steve Morse en guitarra y Don Airey en teclados.
La lista siguió con otro clásico: Strange kind of woman, para luego dar paso a los mejores temas del álbum Rapture of the deep (2005) su última producción.
A esta altura se impone la pregunta: ¿Se nota la ausencia de su ex líder, el guitarrista Ritchie Blackmore? Sí, se nota, aunque el actual violero Steve Morse se desvive por no caer en la tentación de imitarlo. Pero a Ritchie se lo extraña en los históricos contrapuntos con la voz de Gillan y con los teclados de Jon Lord, el otro gran ausente. Por otra parte, la voz de Ian Gillan suena muy deteriorada, inclusive daba la sensación que lo afectaba algún problema extra en su garganta. No llegaba ni a palos a esos célebres falsetes y aullidos que exigen las canciones, y que él mismo impuso. Tal vez por esa falencia de Gillan, abusaron de interludios instrumentales, en uno de los cuales Airey se despachó con una versión de Adiós Nonino del Piazzolla universal. Después regresaron a los temas antológicos como Perfect Strangers y Space truckin’ y a continuación el himno Smoke on the water, lo más coreado por la gente junto al último bis, Black Night.
Comparar a Steve Morse -un excelente guitarrista- con Blackmore; o asemejar a Don Airey -un hábil tecladista- con Jon Lord; es tan cruel como confrontar a Maradona con alguno de los jugadores de la actual Selección Argentina. Es decir, estamos hablando en todos los casos de gente de un gran nivel profesional, pero sólo algunos escribieron la historia grande. Por eso el que regresó a su casa e inmediatamente puso en la compactera Made in Japan (célebre álbum doble en vivo de la banda, año 1972), tal vez se llevó una decepción; ya que la que se vio fue una versión de Deep Purple Made in San Rocke. Igual, constituyó un hito muy importante que sumó a su curriculum el festival más federal del país, que cada año siempre tiene algún atractivo extra para ofrecer.-

miércoles, 18 de febrero de 2009

Deep Purple: discografía esencial

Por Néstor Pousa © 2009

La historia de Deep Purple comenzó a tomar forma en 1970 con la edición de In rock, álbum con el cual comenzaban a tener verdadera notoriedad gracias a su sonido hard rock (rock duro). Habían debutado en 1968 siempre con el liderazgo de Ritchie Blackmore, pero fue recién dos años después y tras algunos cambios en su formación que darían el gran salto gracias a temas como Child in time, Speed king y Black night, contenidos en la mencionada placa, quinta de su producción. Para ese entonces la banda ya contaba con los integrantes más célebres que tuvieron en toda su historia, Ian Gillan en voz, Jon Lord en teclados, Roger Glover en bajo, Ian Paice en batería, además del nombrado Blackmore, su guitarrista estrella.
El éxito comercial y su prestigio seguiría creciendo en años subsiguientes con la publicación de Fireball (1971) y mucho más aún con Machine Head (1972), el que incluye el himno Smoke on the water. El colofón de esa seguidilla de éxitos sería la edición de un memorable álbum doble en vivo registrado durante una serie de conciertos en las ciudades de Tokio y Osaka, y que se convirtió en el disco en directo más vendido de todos los tiempos. Ese trabajo aparecido en 1972 se tituló Made in Japan (foto) y en su lista aparecían electrizantes versiones que realzaban lo que la banda había conseguido en estudio. Así, Child in time, Highway Star, Strange kind of woman, Lazy y especialmente Smoke on the water pasaron a formar parte de una antología de inigualables clásicos del rock internacional.
Con el suceso arrollador y el reconocimiento mundial llegarían las peleas internas, las disputas por el liderazgo y las deserciones de algunos de sus miembros, lo que hipotecaría el futuro del grupo. Con algunos cambios en su formación (David Coverdale en voz y Glenn Hughes en bajo y voz) publican durante 1974 Burn y Stormbringer, para que luego cada uno de ellos intentara uerte con otros proyectos. No obstante esto, con idas y vueltas, peleas y reconciliaciones y con altibajos, Deep Purple siguió escribiendo su historia hasta nuestros días. Hoy ya no están en sus filas ni Ritchie Blackmore, ni Jon Lord, las que podríamos considerar dos bajas sensibles. En su lugar aparecen, respectivamente, Steve Morse y Don Airey. De los históricos están presentes Gillan, Glover y Paice. Su producción más moderna se llama Rapture of the deep, disco lanzado en 2005.-

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Pedro Aznar: del Cuchi Leguizamón a Los Beatles

Pedro Aznar presentó en Córdoba “Quebrado”, su flamante álbum doble. El ex bajista de Seru Giran aprovechó para recorrer todo su repertorio en un concierto impecable.

RECITALES DE COLECCIÓN

Por Néstor Pousa © 2008

¿Qué tienen en común el Cuchi Leguizamón y Los Beatles? Aunque muchos pueden pensar que son mundos opuestos, en el repertorio de Pedro Aznar esos mundos no son antagónicos.
El excepcional bajista pasó por Córdoba y la causa era presentar oficialmente su nuevo disco, el resultado fue un concierto de casi dos horas y media de duración en el cual no se guardó nada.
En esta nueva etapa lo acompaña una banda que sumó un guitarrista y un baterista (a la clásica formación de trío jazzero que utilizaba, de piano, bajo y percusión) con lo cual logra un sonido más rockero sin perder ductilidad y vuelo, exigencias necesarias del nuevo material.
Con el escenario de la Vieja Usina en formato auditorio todavía a oscuras, el show comenzó con el punteo de bajo del tema Quebrado, título que abre la puerta del nuevo álbum doble que contiene estrenos en el disco 1 y versiones de clásicos en el 2.
No obstante no sólo eso traería la velada, porque en la lista se fueron entrelazando piezas (propias y de otros autores) de todo el repertorio del ecléctico músico. Con Alcira y la torre (de Aznar Canta Brasil) el quinteto demostró, por si a alguno le quedaban dudas, todo su potencial, y rápidamente volvió a los estrenos con Nocturno suburbano, una belleza con reminiscencias a Spinetta Jade.
Hay un Aznar folklórico que en vivo verdaderamente conmueve. Así, armó un set entero en este sentido, en el que sobresalieron la Zamba del carnaval del imprescindible Cuchi Leguizamón y María Landó (de los peruanos César Calvo y Chabuca Granda) con una larga introducción del percusionista Alejandro Oliva, la percusión adicional de Julián Semprini que por un instante dejó la batería y pasó al cajón peruano y los teclados y coros de Andrés Beeuwsaert, para redondear una joyita de colección.
“El disco dos es un homenaje a algunos de mis compositores preferidos, son canciones que yo tocaba de manera informal”, avisó Aznar, y a continuación vinieron en bloque: ¿No es una pena? (George Harrison) pasada al castellano para que nadie se pierda la letra; Jealous guy (Lennon); Angie (Rolling Stones) con lucimiento del guitarrista Federico Dannemann y Confesiones de invierno (Sui Generis) en una versión modelo ‘73.
En la segunda parte continuó alternando temas de sus anteriores trabajos (A primera vista, El faro de los ahogados, La carne), más de lo nuevo (La abeja y la araña, Los perros del amanecer) y no faltaron repasos por Seru Giran (Si me das tu amor) y Tango 4 (Solo Dios sabe) de su memorable dúo con Charly García. Para arribar al final con su particular adaptación de la psicodélica Tomorrow never knows de Los Beatles y un último bis con la banda sentada al borde del escenario tocando con mínima amplificación el Blues de la piedad.
Aznar se mostró en todo momento como ya lo conocemos: parco, prolijo y meticuloso. Tocando en cada tema un instrumento distinto, transformando el show en una maquinaria de relojería en el cual los asistentes le intercambian bajo de cuatro o cinco cuerdas; guitarras acústicas de seis o doce; y así sucesivamente. Excesivamente escueto, desató los aplausos y las ovaciones desde el hecho puramente musical. Con ese exceso de sobriedad y talento, transitó con holgura del pop al folklore tradicional; de la música del Brasil a los clásicos del rock; del Cuchi Leguizamón a Los Beatles.-
Agradecimientos: Gustavo Ferreri (El Pungo Producciones) y Lizardo Pajón (Prensa)

miércoles, 22 de octubre de 2008

Pedro Aznar: la máscara de un chico asustado

El polifacético músico argentino Pedro Aznar presentó “Quebrado”, su flamante disco doble que conjuga estrenos y versiones de clásicos. El álbum obtuvo tres premios Gardel 2009.

COMENTARIOS DISCOGRÁFICOS

Por Néstor Pousa © 2008

Si hay algo de lo que no quedan dudas es que Pedro Aznar es uno de los músicos más completos y polifacéticos de Argentina. Aunque se lo reconoce como un notable bajista, Pedro es: multi instrumentista, cantante, autor, compositor, arreglador, productor y hábil ingeniero de sonido. Su carrera empezó de muy joven, revelándose casi como un chico prodigio. Su primera banda “seria” le llegó cuando tenía nada más que 15 años, se llamó Madre Atómica (junto al Mono Fontana y Lito Epumer). Después Gustavo Moretto lo convocó a Alas, grupo pionero en la fusión del rock con otros géneros. Corría 1977, y descubrir a Jaco Pastorius sería una definitiva influencia en su forma de tocar el bajo. En 1978, tras grabar con Raúl Porchetto, es invitado por Charly García para formar el embrión de Seru Giran, junto a David Lebón y Oscar Moro. Con este cuarteto le llega el reconocimiento masivo en el Rock Nacional. Con una considerable perspectiva de crecimiento y en la cima de la fama con Seru, en 1982 inesperadamente decide patear el tablero y abandona la banda para profundizar sus conocimientos musicales en la prestigiosa Berklee College of Music de Boston, tras lo cual se une al grupo del guitarrista estadounidense Pat Metheny para grabar discos y realizar giras. En 1986 relanza su carrera solista que ya contaba con dos discos en su haber. A partir de ahí no paró de grabar, tocar, producir, componer música de películas y participar en discos y recitales de infinidad de otros músicos.
Actualmente Pedro Aznar se encuentra en gira de presentación de Quebrado, su flamante álbum doble de reciente aparición en el cual da rienda suelta a sus dos pasiones: componer y realizar personales versiones de clásicos del pop y rock local e internacional.
En el disco 1 (estrenos) lo integran un puñado de canciones de gran fuerza en las letras y excepcionales en la interpretación. Sobresalen números como Quebrado, Fugu, Nocturno suburbano, entre otras.
El disco 2 (versiones) confirma su buen gusto, tanto para seleccionar el material como para recrear temas que son muy conocidos. Llegando al punto de realizar traducciones al castellano (para aquellos que sus originales son en inglés) que conservan la poética de la obra y la acercan a la totalidad del público. En esta segunda parte hay mucho para destacar, como Fragilidad (de Sting) en inglés y castellano o una excepcional versión de ¿No es una pena? (de George Harrison) también pasada al castellano. La trilogía beatle se completa con Jealous guy y Love (ambas de Lennon) y Junk (de Mc Cartney). En Angie, la stoneana balada de guitarras acústicas de Jagger y Richards, sigue demostrando su perfecta dicción en inglés. Del rock de acá, homenajea a Sui Generis con Confesiones de invierno, a Pescado Rabioso con Credulidad y a Los Gatos con El rey lloró.
Aznar redondea así un trabajo en el que se muestra muy seguro de lo que quiere, aunque en el comienzo del disco se desnude confesando que su seguridad es falsa y que “detrás de la máscara hay un chico asustado y quebrado”.
Premio Gardel 2009. Pedro Aznar obtuvo con su disco Quebrado los premios Gardel 2009, que otorga CAPIF (Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas), en los siguientes rubros: Álbum artista pop masculino, Ingeniería de grabación y Producción del año.

viernes, 14 de marzo de 2008

Bob Dylan en Córdoba: a diez metros de la leyenda

RECITALES DE COLECCIÓN

Por Néstor Pousa

Igual que Rodolfo Orozco (el personaje que protagoniza León Gieco en su tema Ojo con los Orozco) que contó con honor que "tocó con Bob", de la misma forma las poco menos de tres mil personas que asistieron al show de Bob Dylan en el Orfeo podrán contar que fueron partícipes de un hecho histórico: la primera vez que el fundamental artista pisaba suelo cordobés para ofrecer un show en vivo y directo. Un recuerdo que guardaremos para siempre en nuestras retinas y nuestros corazones. Por mi parte lo dejaré grabado en la carpeta que lleva por nombre Grandes Recitales de mi Historia, ya que fue uno de esos momentos donde el tiempo se detiene, y cuando eso pasa ya no sos el mismo.
Con Dylan ocurrió así, no fue un concierto más, primero porque se trata del tipo que empezó a escribir de puño y letra la historia del rock, entendido este como un movimiento artístico y cultural a nivel mundial. La escala cordobesa de su Gira Interminable (Never Ending Tour) estuvo a la altura de sus antecedentes, y nos devolvió la imagen de un músico que, pronto a cumplir 67, se mantiene plenamente vigente.  Prueba de ello es que la mayoría de las canciones que interpretó forman parte de Modern times, su disco editado en 2006, lo más nuevo de su catálogo. Si alguien quiere tener una aproximación certera a lo que es Dylan en vivo hoy, deberá visitar ese material, cosa que, por otra parte, recomendamos.
La presentación en el cómodo espacio del Orfeo Superdomo tuvo una puesta de luces deliberadamente austera y un sonido perfecto.  Sobre el escenario solamente lo necesario: los músicos, sus instrumentos y equipos. Los horarios respetados con cronómetro, como en todo espectáculo internacional, aunque el público local no se termina de habituar a esta modalidad y llega cuando le viene bien. La banda que lo acompañó, la misma que grabó Modern times, suena súper profesional, todos ataviados con impecables trajes negros y sombreros. Las botas tejanas de Dylan parecían recién estrenadas, todo un detalle de fineza en ese look de tahúres en noche de gala. Pero lo que cuenta es como tocan, sobrios en las baladas y momentos folkies, intensos en el country y el rockabilly, poderosos en un par de potentes rocks. Siempre dúctiles y precisos.

El líder, por su parte, hizo gala de su reconocida actitud distante, carente de cualquier gesto de demagogia hacia el público. No pronunció palabra en todo el show, tan sólo dirigió a la platea una inquietante mirada inexpugnable, cuando en el final posó con su banda en pleno para una foto imaginaria.
Todo bien, pero, los fans de la vieja guardia que habían ido a escuchar los clásicos, ¿se habrán ido conformes? porque los temas emblemáticos como Like a rolling stone o Blowin’ in the wind, estuvieron en la lista, pero en versiones tan deformes en relación al original, que más de uno se fue refunfuñando. Algo quedó claro: Bob no estaba allí para rendir tributo a la nostalgia. Súmenle a esto que su voz suena como si su garganta hubiera pagado toda la cuenta de sus casi cinco décadas de vida rocker. Ronca, desgarrada, por momentos tan lacerante que potencia el dramatismo de algunas de las canciones, y perdón a los puristas, pero con todo eso, llega a conmover.
Mucho se dijo sobre si Córdoba era o no, una plaza apta para grandes shows internacionales de rock, y que estos artistas no convocan aquí lo que indica su curriculum. Igualmente, en la productora cordobesa responsable del espectáculo quedaron conformes: “Para nosotros fue fascinante, no ganamos plata, todo lo contrario, pero desde que firmamos el contrato sabíamos que no existía la posibilidad de ganar con este artista, lo importante fue hacer esto que para nosotros nos genera haber egresado como productores de rock, y eso era el sueño. Misión cumplida”, aseguró José Palazzo, mandamás de Nueva Tribu.
Quedaron felices, como esa turista europea que, en la puerta y cartel en mano, pedía que alguien le obsequiara una entrada, y un periodista de la Rock & Pop le cedió una de las dos que le habían asignado, ¡y en fila 3!
Felices, como los que en los dos únicos bises pudieron acercarse al pie del escenario y estuvieron a diez metros de la leyenda, mientras este se mecía al ritmo de una brillante versión de Thunder on the mountain. Felices.-

Fecha: jueves 13 de marzo de 2008
Sala: Orfeo Superdomo

jueves, 28 de junio de 2007

Baglietto: otros tiempos difíciles

El intérprete rosarino regresó a Córdoba a ofrecer un excelente show con todos los ingredientes. Presentó su nuevo disco (Sabe quien…), repasó su carrera y recordó a La Falda y el festival que lo consagró.

RECITALES DE COLECCIÓN

Por Néstor Pousa © 2007

“Otra vez en Córdoba… pasaron muchos años, muchos discos, muchas canciones… hoy vamos a cantar algunas conocidas y algunas nuevas”. Así empezaba Juan Carlos Baglietto su concierto en La Vieja Usina de Córdoba. Un recital que tenía como pretexto presentar los temas de Sabe quien… el disco con el que regresa a su carrera solista luego de 8 años en los que enfocó sus energías a otros proyectos.
¿Qué cambió y que sigue igual en esta nueva etapa? En primer lugar sigue intacto su buen gusto para elegir los autores. Sabido es que Baglietto es un caso atípico dentro del rock argentino, ya que no es autor de sus propios temas, entonces debe recurrir a la inspiración de otra gente, y su capacidad de elección nunca fue algo que se le pudiera cuestionar. Por otra parte no podemos catalogarlo sólo como un cantante. Es un intérprete en el más amplio sentido de la palabra, ya que cada canción que pasa por él, es devuelta enriquecida por su gran capacidad expresiva e interpretativa. En este sentido si bien los años, y esto nuestro protagonista lo reconoce, le exigen un mayor esfuerzo, su caudal de voz sigue con una potencia y calidad admirables.
Las diferencias hay que buscarlas por el lado musical el cual muestra una vocación más unplugged (en donde casi no hay guitarra eléctrica rockera) un formato apto para su repertorio ecléctico que es acompañado por músicos de excelencia (sobresaliente la percusión de Juancho Perone).
Los temas nuevos fueron muy bien recibidos por el público que, en su mayoría, los escuchaba por primera vez. Todo empezó con el primer corte, Parado, de Rubén Blades y siguió con Me asomo de Olga Román; y a partir de ahí los mezcló hábilmente con los temas de sus anteriores discos, como El príncipe del manicomio, un muy buen número que curiosamente no es de los mas conocidos, y en este sentido Baglietto seguía tomando riesgos y ganando.
Con Eclipse de mar de Sabina, empezarían los clásicos, tras la cual haría una semblanza de sus comienzos, hace muchos años atrás, en las peñas de Rosario, cuando era muy difícil encontrar lugares para cantar esas canciones; y su reconocimiento a Córdoba y La Nueva Trova, reducto musical que supo albergar sus primeras inquietudes de artista en camino a la consagración. Para celebrar ese momento recuperó una canción de aquella época, El gigante de ojos azules, en la que se destacó la flauta traversa de Víctor Carrión.
Seguirían las nuevas Ángel y demonio de los cordobeses Daniel Salzano y Jairo; la bella Azules de uno de sus autores favoritos, el rosarino Adrián Abonizio y la milonga Mundo redondo, para sacarle brillo al piso de tanto bailar.
Con El faro aprovechó para aclarar que es una canción de amor que viene a echar luz sobre algunas cosas, como por ejemplo “Que por ser de amor no tiene porque ser chota, que las telenovelas podrían tener mejores músicas y que Arjona… se podría dejar de joder”. Luego vendría Carcará dedicada al Carcaraña, “un río pendenciero que pasa cerca de Rosario”, escrita por “uno de los autores más importantes de habla hispana, Jorge Fandermole”, Baglietto dixit.
Al retomar los clásicos aparecieron Corazón de madera, Dios y el Diablo en el taller y haría una pausa para asegurar “De la próxima canción seguro se van acordar… como en la Falda… ¿no es cierto Don Mario Luna?”, y la banda arrancó con El loco en la calesita, lo más rockero de la noche con solo de viola del cordobés Daniel Homer. Mario, presente entre el público, agradecido y emocionado por el sorpresivo homenaje.
Tratando de crecer, La vida es una moneda y El témpano marcarían el final formal del show. En la última, con una intro de cajón peruano a cargo del trío Perone-Baglietto-Cristian Judurcha.
Los bises elegidos fueron La vida es una moneda, con nuevos arreglos; y otro estreno Tu decisión, un valsecito criollo de Javier Sánchez con ingeniosa letra, y el cierre con la esperada Mirta, de regreso.
Quedaban muchas canciones en el atril, pero con sus palabras finales Baglietto dejó una firme promesa y la última gran sorpresa, “Prometemos volver -dijo- y prometemos hacer de nuevo el Festival de La Falda… creo que vale la pena”. Si esta última promesa empezara a tomar forma, esperamos que los funcionarios de turno se decidan a atender el teléfono.-

viernes, 22 de junio de 2007

Baglietto: discografía esencial

Por Néstor Pousa © 2007

Luego de su consagratoria actuación en la tercera edición del Festival de Rock de La Falda en 1982, Baglietto publica su álbum debut en el mes de abril de ese mismo año, alcanzando records de ventas para un artista debutante. Ese disco se llamó Tiempos difíciles (foto) y contenía temas de una camada de nuevos autores como Fito Páez, Adrián Abonizio, Jorge Fandermole y Rubén Goldín.
Tan grande fue el suceso conseguido en ese primer año por el rosarino que antes de que finalice 1982 ya tenía en la calle un segundo disco, Actuar para vivir, repitiendo la formula de autores del primero.
En 1983 edita un disco de nuevas canciones que ya venía tocando en vivo y eran muy conocidas por sus fans. Ese disco se llamó Baglietto y la calidad del material lo convertían en una especie de ‘grandes éxitos’.
Al año siguiente lanza Baglietto y Compañía con temas ya editados y algunas novedades producto de la afinidad de Juan con otros intérpretes no necesariamente del rock, destacándose la versión de Cotidiano de Chico Buarque cantado a dúo con Rubén Juárez.
En 1985 vuelve con Modelo para armar donde se destacaban Dios y el Diablo en el taller (de Abonizio), Las cosas tienen movimiento (de Fito) y Salzanitos con letra del cordobés Daniel Salzano.
En 1986 rinde tributo a las bandas fundadores del rock cantado en castellano con el disco Acné, una selección de covers de clásicos de la primera época con autores como Litto Nebbia, Spinetta, Charly García, Santaolalla y Vox Dei.
Con un impecable trabajo en la parte gráfica publica Mami (1988), con la inclusión de otros autores como Roque Narvaja y más homenajes, esta vez a Gardel.
Los años 90 nos traerían tres nuevos discos de Baglietto publicados a intervalos de 3 años: Ayúdame a mirar (1990), Corazón de barco (1993) y Luz quitapenas (1996).
El único disco en vivo como solista llegaría en 1998, una especie de festejo por los primeros 15 años de carrera. Precisamente así se llamó el trabajo, 15 años, y es una selección de sus mejores temas, reversionados y con invitados especiales.
Sabe quien... aparecido en 2006 es el disco número doce en la brillante aunque algo discontinua carrera como solista del prestigioso intérprete rosarino.-

martes, 1 de mayo de 2007

Horacio Sosa: el deseo de sentirse vivo

El músico cordobés Horacio Sosa (ex Posdata) lanzó “Ocre”, el segundo disco de su carrera solista. Un trabajo en donde su autor se revela como un músico integral.

COMENTARIOS DISCOGRÁFICOS

Por Néstor Pousa © 2007

Tras un prolongado paréntesis de casi 16 años, el ex Posdata Horacio Sosa volvió a entrar a un estudio de grabación para registrar Ocre (editado a finales de 2006), su segundo disco solista, acompañado por músicos -amigos- invitados que participaron del proyecto. “Es largo de explicar el porque vuelvo a grabar -nos dice Horacio- un músico en Córdoba, en el interior, aunque seguramente puede estar peor el músico que vive en Chepes o en alguna localidad de Formosa, graba un disco cada 10 años, más o menos. Le pasó al Cuchi (Leguizamón) no es que nos pase a nosotros. Y cuando lo graba, es por sus propias motivaciones de dejar un documento de su trabajo, y porque a uno le gusta compartir las canciones con los músicos amigos que, a su vez, edifican su propia música a partir de lo que uno les hace escuchar. Es placentero tocar, y más aún hacerlo con otros músicos, y luego hacerlo con el público, ahí es la culminación, la ceremonia que cierra el círculo… y seguramente abre otro nuevo. Es un ciclo eterno. Pero la motivación mayor no sé cuál es. Debe haber conscientes e inconcientes. Tal vez el deseo, tal vez burlar a la muerte en alguna pequeña y desconsolada medida. Tal vez sentirse vivo”.
Ocre, amarillo, marrón… son los colores de un otoño al que la melancolía del alma apenas si le puede arañar un empate. Así es el comienzo de un disco que bien podría considerarse como el más logrado de toda su carrera, esto sin menospreciar la calidad de los anteriores, muy por el contrario. Ocre es un trabajo de una calma cautivante, donde parece que no va a pasar nada, y pasa todo. Una obra en la que Horacio Sosa además de cantar, tocar la guitarra y componer la mayoría de los temas, también arregló partes de cello, clarinete, bronces, percusión y voces; y escribió solos de bandoneón y guitarra eléctrica, un dato que lo reafirma como un músico integral.
Todos estos años de espera nos devolvieron un puñado de canciones de una enorme calidad musical e interpretativa, que encuentra sus puntos altos en: Ciudad alma, que empieza con el sugestivo interrogante ¿Córdoba va…? y sigue con el trío formado por Horacio, Ariel Borda y Sergio Korn, especie de 'Crosby, Stills & Nash a la cordobesa'. Caída del amor cuenta con la participación en el bajo del Negro Cuevas, un ex Posdata de la primera época. A punto de salir con brillante sección de bronces. Consignas y graffitis, con el aporte de Jorge Fandermole, nos recuerda que “las consignas de estos tiempos no chorrean utopías”.
Las únicas canciones de todo el programa que no pertenecen a Sosa son dos piezas del folklore tradicional que justifican su inclusión por sus novedosos arreglos que las convierten en perlas del trabajo. Una de ellas, Zamba del Ángel de Ariel Petrocelli y Hugo Díaz, una letra conmovedora recreada con aires de bossa nova y el aporte de Damián Torres en bandoneón. La otra, Perfume de carnaval con la voz forzada hasta el susurro de Horacio sobre el bajo de Fernando Olmedo. En ella aparece como invitado su autor, Peteco Carabajal.
Horacio aporta otra zamba de su propia cosecha titulada El don viajero, y del repertorio de Posdata revisita Quiero amar mi país -la que alguna vez eligió Mercedes Sosa- una de sus más bellas canciones que, como las grandes páginas, no perdió ni un milímetro de actualidad.-