miércoles, 25 de abril de 2012

Rosario siempre estuvo cerca

Hace 30 años se editaba “Tiempos difíciles” de Juan Carlos Baglietto. Fue el primer hito discográfico de lo que se conoció como la Trova Rosarina, colectivo musical que debió en gran parte su nacimiento y éxito al Festival de Rock de La Falda.                                 
                    
DISCOS ANTOLÓGICOS
                                                                               
Por Néstor Pousa © 2012

En abril de 1982, un mes y año muy significativo en la historia del país, salía a la venta un disco que mostraba una estética nueva en lo que se conocía como Rock Nacional. Un rosarino, hasta entonces un ilustre desconocido, de nombre Juan Carlos Baglietto, lanzaba Tiempos difíciles, álbum que se convertiría en el primer hito de un movimiento poético musical con origen en Rosario, ciudad que ya había provisto al Rock en Castellano nada más y nada menos que a uno de sus padres, Litto Nebbia.
Hasta ese momento Baglietto había tenido cierta notoriedad en su ciudad integrando algunos grupos musicales de los cuales el que más expectativas provocó fue Irreal, aunque se diluyó antes de dejar algún registro oficial. En agosto de 1981 es invitado a Buenos Aires por la emblemática revista Humor ® para tocar en un festival organizado en oposición a la llegada al país de Frank Sinatra. Esa efímera participación le valió a Baglietto la invitación para integrar la cartelera del Festival Argentino de Música Contemporánea de La Falda de 1982. Lo que ocurrió en el Anfiteatro Municipal la noche del 6 de febrero fue un hecho tan inusual y sorprendente como pocas veces se había visto. El ignoto rosarino apareció solo desde las profundidades del oscuro escenario pulsando su guitarra Ovation, vestido con enterito y gorra, atuendo que usaba desde las épocas en que animaba fiestas infantiles. La barba, el pelo muy largo y desprolijo y su mediana estatura lo asemejaban a un extraño duende, pero especialmente porque algo mágico sucedió en ese instante. Luego de un comienzo con La censura no existe -tema de menos de un minuto en el cual el cantante terminaba amordazado por la espalda- le bastaron los primeros acordes de Mirta, de regreso -que relata la vuelta a casa de un ex presidiario- para que un auditorio que se desbordaba de gente, virtualmente explotara. Les puedo asegurar que jamás vi un recibimiento similar para un músico prácticamente desconocido por el gran público, que aunque ya había grabado su disco debut, este no estaba editado aún y no tenía todavía difusión oficial. Aunque había sido fundamental la manija que Mario Luna, mentor del festival, le había dado a esos temas inéditos en su programa radial Alternativa, gracias a una copia en un cassette promocional que había recibido.
Lo acompañaban músicos aún menos conocidos que él, pero de un talento tal, que pronto los haría emprender carreras solistas. Integraban la banda: Fito Páez (tecladista, arreglador, autor y compositor), Silvina Garré (segunda voz y pareja de Juan) y Rubén Goldín (guitarrista, segunda voz, arreglador, autor y compositor). Completaban el elenco Sergio Sainz en bajo y Zapo Aguilera en batería.
Baglietto fue toda una revelación para el público, para sus colegas y para la prensa, y muy especialmente para los productores discográficos de la EMI que abrieron los ojos y empezaron a contar billetes en el aire. Pocos años después el mismo Baglietto nos contaba: “La Falda fue el primer lugar en donde me dieron pelota. En realidad yo ya había grabado el disco y acá en La Falda pasó una cosa fenomenal. Fenomenal por fenómeno, además de por piola. Había muchísima gente, que no eran todos cordobeses, sino que había de todo el país, y yo me subí a cantar por primera vez esas canciones que ellos desconocían porque el disco no había salido, ni estaba en difusión, ni nada que se le parezca, y ni se sabía que iba a pasar conmigo además, y la gente a la segunda vez que escuchó los temas, ya los cantaba, eso me pareció alucinante. Por otra parte fue aquí en La Falda donde me vieron los tipos que me habían hecho grabar, y decidieron poner la plata para difundirme”. Surgía así un movimiento espontáneo de músicos, autores y compositores que la prensa bautizó y comenzó a reconocer como la Trova Rosarina.

Luego del arrollador suceso faldense el disco debut de Baglietto ya tenía asegurada su publicación, la que se produjo en abril de ese mismo año. Tiempos difíciles contó con los arreglos de Rubén Goldín y un joven Fito Páez de apenas 18 años; su portada que muestra la imagen del intérprete junto a un niño, es un guiño a la película El pibe de Charles Chaplin; y fue editado en vinilo y cassette, los formatos usuales de la época.  El éxito fue fulminante y marcó algunos records: se convirtió en el primer disco de oro del Rock Argentino alcanzando la cifra de 30.000 unidades vendidas a tan sólo un mes de su publicación; y Baglietto fue el primer artista en Argentina que vendió esa cantidad con su disco debut.
La otra particularidad de Baglietto es que siempre fue un intérprete que no compone lo que canta, sino que recopila músicas de otros autores. Un rasgo exclusivo dentro del panorama del rock vernáculo caracterizado por ser todos sus integrantes creadores de lo que interpretan. Por eso la lista de Tiempos difíciles es un puñado de canciones memorables que también fueron el debut para una camada de nuevos autores y compositores notables. Algunas de esas canciones se transformaron en hits sin fecha de vencimiento: Era en abril de Jorge Fandermole, Mirta, de regreso de Adrián Abonizio y La vida es una moneda de Fito Páez. El material completo incluía: Aunque mañana no estés, Puñal tras puñal y Sobre la cuerda floja (todas de Fito Páez); Los nuevos brotes, Dulce pájaro y Sin luna (firmadas por Rubén Goldín) y La música del Río de la Plata (Páez-Baglietto). 
En general la temática del álbum transitaba por climas oscuros y opresivos, y se convertiría en un presagio de lo que iba a ocurrir ese año en nuestro país. Eran la banda de sonido no sólo de un tiempo fatal sino también de un insospechado conflicto armado que nos estaba golpeando la puerta de casa.-

martes, 24 de abril de 2012

Joe Cocker: garganta con arena

Joe Cocker: la voz del blues
Aunque el motivo de la gira era presentar su reciente disco “Hard Knocks”, lo cierto es que Joe Cocker, en su primera visita a Córdoba, conformó a todos con un repertorio repleto de clásicos.              


RECITALES DE COLECCIÓN

Por Néstor Pousa © 2012 

¿Cómo debería diseñar la lista de temas para una gira un artista de rock con varias décadas de trayectoria sobre sus espaldas? Opción uno: concentrándose en su más reciente producción (algunos críticos dirán que “no está a la altura de sus trabajos anteriores”). Opción dos: realizar un repaso por lo mejor de su carrera (y que el mismo critico opine: “se convirtió en un tributo de si mismo”). Imposible conformar a todos los paladares, pero sin dudas la tendencia en estos tiempos es el repertorio antológico. “Es lo que el público quiere escuchar, y no hay motivo para no darle lo que piden”, alegarán, y tal vez sea una buena razón con varios motivos atrás. Son muchos los que se quedaron colgados de tiempos pasados -en apariencia mejores-, y tampoco está mal que de artistas que visitan esta plaza por primera vez, podamos escuchar en directo aquellas viejas versiones que ocupan un lugar privilegiado en las discotecas.

El inglés Joe Cocker, figura legendaria del rock mundial que visitó por primera vez Córdoba en su tercera visita al país, no escapó a esta regla de oro. Aclaremos primero su condición de leyenda. Ocurre que Cocker participó y fue uno de los músicos más destacados del mítico Woodstock, padre de los festivales de rock, que se realizó en Estados Unidos el fin de semana del 15, 16 y 17 de agosto de 1969. Sus contorsiones espasmódicas interpretando el With a little help of my friends de Los Beatles, se transformó en un ícono de aquel lejano encuentro y de la cultura rock. Muy pocos de los que integraron esa célebre cartelera lograron atravesar la barrera de las décadas siguientes, a algunos les faltó éxito, a otros les faltó vida, pero a Joe le sobraron ambas cosas, y le fue muy bien en el intento, aunque no descuidó ninguna materia de la carrera de "estrella de rock", ni siquiera las más peligrosas para el organismo.
Cocker llegó con la gira de presentación de su más reciente disco, titulado Hard knocks, un muy buen trabajo editado con suficiente éxito durante 2010. Pero eso sólo fue un pretexto, la voz del blues había anticipado que el concierto sería un repaso de su extensa y prolífica carrera. No se iba a privar de tocar los grandes éxitos, ni iba a someter a su público al fastidio de no escuchar en vivo clásicos como la poderosa Unchain my heart.

Así y todo, el comienzo del concierto fue dedicado a los fans de la primera hora con un tridente que incluyó Hitchcock railway, Feelin' alright y The letter. De castellano no habla casi nada, lo mínimo para poder saludar y empezar a pasar lista por la etapa ochentosa a la que tantos éxitos le proveyó el inglés de voz áspera, como la power balad When the night comes, o las músicas de películas: Up where we belong (de la cinta que aquí se conoció como Reto al destino) y You can leave your hat on (de 9 semanas y media), la pista de sonido de streap tease más famosa del planeta y sus alrededores.      
Del nuevo material probó solamente dos, la notable balada Unforgiven y el rock cadencioso que titula e inaugura el disco. El final aparente del show dejó conformes a todos los estratos de público con la ya mencionada Unchain my heart y su descomunal versión de With a Little help… que fue como un viaje de ida y vuelta a la psicodelia y el flower power. ¿Quién otro se atrevería a desarmar y rearmar una canción de los mismísimos Beatles con tanta maestría? Su debilidad por el cuarteto de Liverpool se confirma con un par de versiones más, una muy famosa: Come together y la otra un lado B: She came intrough the bathroom window (ambas de Abbey Road).  
La poblada lista de bises (en dos ocasiones fríamente calculadas debió volver) venía con Shelter me, Cry me a river y un broche calmo pero muy intenso con otra obra maestra de las versiones Cocker, Long as i can see the light, el clásico de John Fogerty y Creedence Clearwater Revival (ver video inserto).

Se cuida Joe, en escena toma hectolitros de agua y agita sus manos con sus clásicos movimientos de prestidigitador. Una big band acompaña al cantante nacido en Sheffield, la componen un trío de rock and roll, piano, órgano, percusión, saxo y dos coreutas de voces tan negras como su piel, soporte ideal para la música de este colosal intérprete al que los excesos le dieron, en esta última década, el respiro necesario como para poder seguir en la ruta sobrio y con la voz intacta.-   

Lugar: Orfeo Superdomo - Fecha: 24/03/2012

martes, 3 de abril de 2012

Una guerra en si bemol

Juan Carlos Baglietto, circa 1982
Por Néstor Pousa 

Probablemente pocos acontecimientos socio-políticos hayan tenido tanta incidencia directa sobre el desarrollo del Rock en Argentina como lo tuvo la Guerra de Malvinas, epopeya que comenzó el 2 de abril de 1982.
Además de significar un hecho cruento, traumático y doloroso para toda la sociedad, marcó el principio del fin del gobierno de facto que buscó con la recuperación por la fuerza de un territorio indudablemente argentino, la posibilidad de perpetuarse en un poder que ya se le estaba escurriendo entre los dedos.
La heroica gesta de un puñado de chicos en las heladas aguas del Atlántico Sur a las órdenes de oficiales y suboficiales que se debatían entre el deber a cumplir y sus propias limitaciones técnicas y humanas, es un hecho que marcó a más de una generación y que recordaremos de por vida, reconociendo que el fin era absolutamente noble pero el medio elegido distaba de ser el más conveniente. Hubo también una manipulación especulativa del sentimiento de redención y patriotismo por parte de los autores ideológicos de aquel improvisado plan, con el que cada uno de nosotros en mayor o menor medida nos sentimos tocados. Desde los discursos y arengas por cadena nacional que con tono triunfalista y desafiante aseguraban: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, hasta titulares con los falsos pronósticos: “Estamos ganando”; hubo otras estrategias que implementó el gobierno militar. Entre ellas la absoluta prohibición de difundir, en los medios masivos de comunicación, música en idioma inglés, cualquiera sea el intérprete, con la intención de generar un sentimiento de rechazo y odio -que en mucha gente nacía espontáneamente- ante todo lo que provenga de la cultura anglosajona. Sin diferenciar si se trataba de Margaret Thatcher (Primera Ministra de Gran Bretaña durante el conflicto bélico), Shakespeare o Los Beatles, todo lo que tuviera ese origen debía ser repudiado.
Fue así que los programadores de radio y televisión se vieron obligados a echar mano a discos olvidados y tapados en polvo, paradójicamente algunos de ellos hasta ese momento prohibidos por esa misma censura. Esto provocó un verdadero suceso con la música popular argentina, y en ese contexto entraba el Rock del País, que tuvo un impulso de difusión que jamás había tenido hasta ese momento, pero con el sabor amargo del motivo que había originado ese fenómeno.

Un monstruo grande y pisa fuerte. “Aún resuenan los acordes de una guerra en si bemol, sin ninguna melodía…”, dice la letra de Fito en la voz de Baglietto. Tratando de crecer (del álbum Baglietto, 1983) se convertía en uno de los principales temas de la banda de sonido de Los chicos de la guerra (1984), película de ficción y testimonial del director Bebe Kamin basada en el libro homónimo de Daniel Kon, que es el primer antecedente cinematográfico referido al conflicto armado en los mares del sur. En la película, que con un alto contenido dramático cuenta la historia de tres jóvenes de distintos estratos sociales que son enviados a combatir en las islas, Juan Carlos Baglietto aparece interpretando esa canción que dedica a los chicos de la guerra.
En la nueva temática del rock empezaban a surgir algunas respuestas a los interrogantes que la posguerra nos había dejado junto con su nefasto saldo de muerte, angustia e impotencia, y fueron muchos los artistas que en el Festival de Rock La Falda ’83 se hicieron escuchar, ya sea con su palabra o con su canción.
Charly fiel a su estilo, le ponía una cuota de ironía al asunto con No bombardeen Buenos Aires, en donde suplicaba que: “¡No bombardeen Barrio Norte! no nos podemos defender…”
Alejandro Lerner estrenaba La isla de la buena memoria (del álbum Todo a pulmón, 1983), la historia en carne viva de un soldado argentino que marchaba a combatir a la isla y daba cuenta de sus vivencias en un conmovedor relato, con una carta para su madre: “Madre me voy a la isla, no sé contra quién pelear, tal vez luche o me resista o tal vez me muera allá. Creo que hace mucho frío por allá, hay más miedos como el mío en la ciudad. Qué haré con el uniforme cuando empiece a pelear, con el casco y con las botas, ni siquiera sé marchar…”.
Raúl Porchetto hizo que su himno mántrico Algo de paz cobrara un sentido distinto al de otras oportunidades, pero también mostró un tema nuevo, Reina Madre (del álbum homónimo de 1983), en este caso era la mirada reflexiva de un soldado inglés sobre una guerra que tampoco él terminaba de comprender: “Pero madre ¿qué está pasando acá? son igual a mí y aman este lugar, tan lejos de casa que ni el nombre recuerdo ¿por qué estoy luchando? ¿por qué estoy matando?”
La oportunidad hubiera sido ideal para que las casi 9.000 almas que asistieron a cada una de las seis noches cantaran a coro los versos de Sólo le pido a Dios, pero justo ese año, por problemas de salud, León faltó a la cita.-

Extracto del libro “La Falda en tiempo de Rock” © Néstor Pousa, 2009, Arkenia Ediciones.